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Historia de dos espías en la Brigada 2506

por JUAN O. TAMAYO - jtamayo@elnuevoherald.com


Su jefe en la Brigada 2506 sabía que Benigno Pérez Vivancos era el hombre que más duro trabajaba en el campamento de entrenamiento en Guatemala, siempre listo para ayudar a mover armas o cargamentos de municiones que llegaban de noche.

Lo que Mirto Collazo no sabía era que Pérez era un espía de Fidel Castro. Lo supo cuando éste lo visitó en prisión con su uniforme de capitán del Ejército y una pistola a la cintura, y prometió denunciar a algunos de los brigadistas.

“¿Cuántos mandó a fusilar? No sé”, dijo Collazo, jefe de la unidad de Ingeniería en Camp Trax, Guatemala, donde Pérez estuvo destacado antes de que se le asignara infiltrarse en la isla antes de la invasión.

Pérez fue uno de entre una decena de espías que infiltraron los grupos exiliados a principio de los años 60 como parte de una eficaz operación que permitió al gobierno cubano prepararse para la invasión.

Era un joven de 23 años de Camagüey, teniente del Ejército Rebelde, cuando aparentemente desertó. Llego al campamento Trax el 1ro. de agosto de 1960 y fue asignado a manejar equipos pesados, dijo Collazo.

El número de Pérez en la Brigada, 2568, significa que fue el 68vo. en enrolarse. Los agentes de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) a cargo de la operación comenzaron el registro a partir del número 2500 a fin de que el enemigo creyera que había más hombres.

Félix Rodríguez, quien se entrenó con Pérez y ahora es presidente de la Asociación de Veteranos de la Brigada de Asalto 2506, lo recuerda como un trabajador dedicado.

“Ese hombre trabajaba más duro que nadie en la base, desde por la mañana hasta por la noche, siempre con un tabacón en la boca”, recordó. “Pero lo que siempre me impresionó es que hablaba poco y nunca me miraba a la cara”.

Collazo, ahora empresario en Miami, recuerda a Pérez como un hombre pequeño y delgado, “una persona que no se nota”.

Lo que lo hizo parecer sospechoso, agregó, es que siempre estaba a su lado cuando recibía una llamada telefónica para anunciar que llegarían armas y municiones por la noche y que necesitaba la ayuda de los equipos pesados.

“El teléfono sonaba y enseguida estaba en mi tienda de campaña, con su famosa frase: ‘Jefe, ¿cómo lo puedo ayudar?’ ”, dijo Collazo a El Nuevo Herald. “Empiezo a tener dudas porque cuando todos los otros estaban durmiendo él estaba despierto”.

A medida que la fecha de la invasión se acercaba, a Pérez se le ordenó infiltrarse para entregar armas, municiones y radios a los miembros del clandestinaje que debían lanzar ataques en apoyo del desembarco. Se infiltró el 28 de marzo —20 días antes del desembarco— a bordo del El Tejana, que zarpó de Guatemala, según Collazo y registros de la Brigada 2506.

Unos 10 días después de la rendición de la Brigada, Pérez apareció en la Ciudad Deportiva, en La Habana, donde habían concentrado a muchos prisioneros. Allí le dijo a Collazo que era capitán del Ejército Rebelde y que lo habían enviado a infiltrarse entre los brigadistas.

Collazo recuerda que Pérez le dijo: “A usted lo respeto, pero hay muchos que están aquí que los voy a echar pa’lante”.

Collazo no tiene claro qué quiso decir Pérez, pero agregó que pudiera tratarse de brigadistas con los que tuvo problemas en la base Trax. Los problemas entre los desertores de las fuerzas de Castro y los que habían pertenecido a las filas del dictador Fulgencio Batista eran frecuentes.

Tampoco se sabe a cuántos miembros del clandestinaje traicionó Pérez y, más importante aún, si alguno fue fusilado.

Al menos dos veteranos brigadistas, Collazo y Rodríguez, indicaron que Pérez fue visto en diferentes prisiones, aparentemente tratando de identificar a miembros de la clandestinidad que tenían documentos falsos.

Precisaron que no sabían a ciencia cierta qué fue de Pérez después de 1961. Han escuchado rumores de que alcanzó el grado de mayor de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y después fue encarcelado cuando tuvo problemas con el gobierno.

La historia de otro espía, Gabriel Albuerne, comenzó con su infiltración dentro de un grupo de exiliados respaldados por la CIA en 1964. De ahí en adelante surgen los asombrosos capítulos de su captura, su fuga tras nueve años en una prisión en Nicaragua y su regreso a La Habana.

Albuerne se unió al grupo dirigido por Manuel Artime, un destacado líder anticastrista, quien era una figura esencial en Operación Mongoose, montada por el presidente John F. Kennedy para derrocar a Castro después de la invasión de la Bahía de Cochinos.

Albuerne, que había servido en la Marina cubana, fue enviado a trabajar como electricista en un campamento secreto en Nicaragua, desde donde Artime lanzaba ataques por mar contra Cuba, dijo Rodríguez, quien también fue parte de la operación de Artime.

Los responsables del campamento comenzaron a sospechar cuando encontraron que los motores de las embarcaciones en que Albuerne había trabajado fueron saboteados. Interrogado en octubre de 1964, confesó ser un infiltrado castrista, según Rodríguez.

Albuerne trató de escapar del campamento, pero fue herido de bala en un brazo por un exiliado y lo recapturaron, agregó. En una rara muestra de valor, le dijo al guardia que lo hirió: “Cumpliste con tu deber”.

Los campamentos en Nicaragua y Costa Rica fueron cerrados a finales de 1964 después de que Lyndon B. Johnson tomó la presidencia y canceló la Operación Mongoose, de manera que Artime entregó a Albuerne al gobierno de Anastasio Somoza en Nicaragua.

Nereyda, hermana de Albuerne, que entonces vivía en Nueva York, le escribió al Buró Federal de Investigaciones (FBI) el 17 de julio de 1970 pidiendo una investigación porque informes de prensa de Nicaragua comentaban que Artime había hecho encarcelar a Albuerne por una disputa personal.

Un cable de la embajada de Estados Unidos en Managua, con fecha de julio de 1973, calificó a Albuerne de “sospechoso de ser agente de la inteligencia cubana”. El cable indicaba que había escapado de la prisión en Managua y había recibido asilo en la embajada de Chile, país gobernado entonces por el presidente izquierdista Salvador Allende.

El cable y la carta de Nereyda forman parte de los documentos de la Operación Mongoose desclasificados durante los últimos años.

Rodríguez dijo que había escuchado que Albuerne se trasladó por avión de Managua a Chile, y de allí a La Habana. Varios años después, entró a Estados Unidos desde Canadá en otra aparente misión de inteligencia. Pero fue capturado por el FBI y devuelto a Canadá.



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