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Por Luis Mario
Es un señor que, por esas caprichosas ironías de la Democracia, es el Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas de un país al que no sólo se negó a defender durante la guerra de Viet Nam, sino que se puso de parte del enemigo al ir a protestar por esa guerra en los mismos predios de la Unión Soviética. Es un señor que ya desde septiembre de 1994, prohibió que la CIA realizara operaciones clandestinas en Cuba, y no permitió más reclutamientos de agentes destinados a desestabilizar al gobierno comunista.
Es un señor que hizo un pacto con Castro, para convertir en simples emigrantes ilegales a los perseguidos políticos. Fue un ataque directo al destierro cubano, que siempre tuvo el privilegio otorgado a los refugiados procedentes del comunismo.
No se puede olvidar que del Río Grande hacia abajo, ningún país castiga a quienes tratan de emigrar hacia Estados Unidos, ni los trata como a traidores a la patria. Eso ocurre solamente en Cuba. Es un señor que constantemente aprueba cualquier movimiento de inequívoca procedencia marxista, cooperador con Castro, como ha hecho con los titulados Pastores por la Paz, quienes han obsequiado a la isla caribeña con computadoras y otros artículos reforzadores de la opresión.
Es un señor que cuando el 24 de febrero de 1996 los Migs castristas derriban en aguas internacionales las dos avionetas de Hermanos al Rescate, asesinando en el aire a tres ciudadanos estadounidenses y un residente, dice que en represalia apoyaría la Ley Helms-Burton, para negarse reiteradamente después, cada seis meses, a firmar el Título III, que es el único verdaderamente efectivo de esa ley.
Es un señor que en julio de 1997 le negó el asilo político a José Leonardo Fernández Pupo, a pesar del veredicto de inocencia judicial sobre secuestro aéreo. Esa hazaña la acaba de repetir con el pelotero Andy Morales. Esos hombres confiaron en la Democracia. Devolverlos al rojo coliseo cubano es enviarlos a que los devoren las fieras castristas.
Es un señor que el l5 de junio de 1998, en una conferencia de prensa, solidarizándose con la demagogia oficial cubana, habló sin empacho del "deseo del gobierno cubano de mantener su sistema de salud, de mantener su compromiso de llevar la alfabetización universal hasta sus ciudadanos más pobres. Eso es una cosa loable y elogiable..." Fue una clara declaración pública de simpatía o de temor a Castro, y como tal, ha sido fiel a esa aberrante inclinación, aprovechando cada oportunidad que ha tenido para congraciarse con el ente que durante 41 años ha sido el más hostil y supremo odiador de Estados Unidos.
Es un señor que aceptó contribuciones de China para su campaña electoral, y como pago nombró Subsecretario de Comercio a un funcionario chino, Johnny Huang, quien tuvo acceso a documentos sensibles para la defensa de Estados Unidos, propiciando la transferencia de alta tecnología sobre armamentos hacia el país comunista.
Es un señor que, trabajando en coordinación con Castro, y siguiendo sus órdenes -ya comprobado todo con los 3,000 documentos oficiales en manos de Judicial Watch- propició la orden de que 151 agentes federales armados arrebataran a Elián González de las manos de sus familiares en Miami. Después ha permitido que en Plantation Wye, en la Bahía de Chesapeake en Maryland primero, y en el edificio Youth For Understanding, en Cleveland Park, Washington después, funcione una escuela de adoctrinamiento comunista en espera de que los jueces fallen al fin contra el inocente Elián, al que no le dio la oportunidad de un solo día en una corte familiar.
Una asfixiante pañoleta de pionero comunista, que el padre de Elián colgó en el cuello del niño, es no sólo una burla cruel al sacrificio de la madre que murió por salvarlo, sino también un insulto a la libertad dentro del propio territorio estadounidense.
Pero ¿qué otra cosa puede esperarse de un señor que, durante la celebración de una misa en un país africano, es capaz de pararse ante un sacerdote en el sagrado momento de la Eucaristía, y comulgar como un católico más... sin ser católico?
¿Y qué no es capaz de hacer un señor que, al frente de la sede ejecutiva de la única superpotencia del mundo, usa los predios de la Oficina Oval -por la que han pasado tantos presidentes dignos- para satisfacer sus apetitos sexuales, mentirle al pueblo que con su voto lo llevó a ocupar el cargo que ostenta y, sin dejar de sonreír, humilla universalmente a su familia y propicia el ridículo internacional del país representado por él? Sin embargo, ese señor es el personaje político más importante del mundo, Presidente de Estados Unidos de América, admirable nación de libertad sin restricciones. Lección que los comunistas no aprenderán jamás: un modesto periodista cubano, como yo, dice públicamente y con absoluta impunidad, todo lo que piensa sobre ese señor. Y en su propio territorio. ¡Dios salve a Estados Unidos!
FIN
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