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APUNTES SOBRE EL DR. GUILLERMO BELT RAMÍREZ


A mediados de este año se cumplirá una década del fallecimiento del Dr. Guillermo Belt Ramírez, en Washington, y respondiendo a la gentil invitación de Miguel Uría, con quien me unen lazos de amistad afincados en los que su padre, el General Quirino Uría, mantuvo con el mío, recordaré sintéticamente algunos aspectos de la vida pública de quien, para toda nuestra familia, fue siempre un ejemplo y es hasta hoy motivo de orgullo y de estímulo.

Hijo de Jorge Alfredo Belt Muñoz, Secretario de la Presidencia en el gobierno de don Tomás Estrada Palma, mi padre aprendió desde muy joven a servir a Cuba con absoluta lealtad y desprendimiento. Tuvo por guía estas palabras de don Tomás: "Los dos podemos decir que estamos fundidos en una sola pieza, porque en el pensar i en el sentir recta i honradamente nos hallamos por completo identificados." 1

Igual grado de compenetración se dió entre el Presidente Ramón Grau San Martín y mi padre. Se habían conocido en la época turbulenta de la lucha contra la dictadura de Gerardo Machado, a cuya caída en 1933 ocupó el cargo de Secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes en el gobierno provisional de Carlos Manuel de Céspedes, que a su vez dió paso a la primera gestión de Grau en la presidencia del país. En esta etapa inicial de su actuación política, se desempeñó además como Consejero de Estado y Secretario sin Cartera, y en 1935 fue Alcalde de La Habana. En 1938 se vió obligado a salir al exilio a raíz de la acusación que contra él y Grau, entre otros, formuló el entonces Coronel Fulgencio Batista por un supuesto "complot revolucionario"2. Seis años más tarde, al ganar Grau las elecciones por votación abrumadoramente mayoritaria frente al candidato apoyado por Batista, le confió a mi padre la embajada en los Estados Unidos y, como prueba de la identificación de pensamiento entre ellos, le dió carta blanca en el manejo de esas relaciones diplomáticas, al igual que en cuanto a la posición de Cuba en la Organización de los Estados Americanos y en las Naciones Unidas.

En todos esos campos dejó huella. A los 30 años de edad fue un alcalde joven para su época. Creó el Hospital Municipal de Infancia de La Habana y llevó a cabo la restauración de la Plaza de Armas con vista de grabados antiguos, devolviéndole su antiguo esplendor. Recuperó los nombres originales de las calles habaneras y apoyó la labor de la Sociedad Económica de Amigos del País, de la cual se honró en ser miembro. En cuanto a su gestión diplomática cabe recordar de manera resumida sus iniciativas principales.

Como Embajador en Washington reclamó una participación justa del azúcar cubano en el mercado de los Estados Unidos y una reducción arancelaria para el tabaco y otros productos que Cuba exportaba a ese país. Varios diarios de la capital y de Nueva York, así como el semanario Time, destacaron su participación en las negociaciones exitosas para vender las zafras de 1946 y 1947. La revista Carteles lo entrevistó, acercándose "... a quien, por su actuación en los últimos años en las negociaciones azucareras internacionales, con carácter de factor predominante en las mismas, tiene que ser considerado - aparte de por su capacidad y preparación - un experto en la materia...". 3

El 6 de diciembre de 1944, mi padre asumió la representación de Cuba en el Consejo Directivo de la Unión Panamericana, entidad precursora de la OEA, dos semanas antes de presentar sus cartas credenciales al Presidente Franklin D. Roosevelt. Presidió la Delegación de Cuba en varias reuniones interamericanas que tuvieron lugar a nivel de cancilleres. En la conferencia de 1947 en Rio de Janeiro que aprobó el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), lanzó la tesis de la agresión económica a fin de proscribir ésta, al igual que lo estaba la agresión militar en el pacto defensivo. De haber prosperado su iniciativa, se habría considerado como acto de agresión cualquier medida restrictiva de la libertad de comercio adoptada por un país firmante del TIAR en perjuicio de otro. Cuando se firmó la Carta de la OEA en Bogotá, en abril de 1948 al finalizar la Novena Conferencia Internacional Americana, en la cual también presidió la delegación cubana, la idea quedó plasmada en el Artículo 19 (del texto original de la Carta), así: "Ningún Estado podrá aplicar o estimular medidas coercitivas de carácter económico y político para forzar la voluntad soberana de otro Estado y obtener de éste ventajas de cualquier naturaleza."

En el ámbito de la ONU su actuación fue asimismo destacada. En su calidad de Presidente de la Delegación de Cuba en la Conferencia de San Francisco en 1945, fue elegido relator de la comisión integrada por todos los jefes de delegación (steering committee) que condujo los trabajos de la reunión y, en consecuencia, presentó la resolución por la que se aprobó la Carta de las Naciones Unidas. Durante las deliberaciones sobre el articulado de la Carta se opuso al veto por considerarlo antidemocrático e injusto para los países más pequeños. Fue, en el mismo proceso, un elocuente defensor de la posición de América Latina en el organismo mundial, lográndose en definitiva la inclusión en la Carta de los mecanismos regionales. En 1947 votó en contra de la partición de Palestina por entender que la medida daría origen a graves conflictos en el futuro.

La confianza extraordinaria con que lo distinguió el Presidente Grau San Martín a lo largo de su triple misión diplomática (sin contar que también lo nombró Ministro en Rusia) le permitió actuar con gran independencia. Un periódico norteamericano llegó a decir que era él quien en gran medida fijaba la política exterior cubana ("Informed sources say it is Belt who largely determines his country's foreign policy")4. Un tratadista internacional, Fernández Shaw, denominó la tesis de la agresión económica como Doctrina Belt, aunque mi padre siempre se refirió a ella como la Doctrina Grau en reconocimiento del apoyo incondicional que el presidente había dado a su iniciativa, como a todas las demás. Una revista cubana de gran circulación, que con frecuencia lo atacaba, dijo en una ocasión que cuando viajaba a Cuba iba directamente a ver a Grau, sin pasar siquiera por el Ministerio de Relaciones Exteriores, lo cual, por supuesto, habrá tenido la intención de perjudicarlo más bien que de resaltar la influencia indiscutible que tuvo con su viejo amigo. En todo caso, su amistad con Grau y su lealtad para con él se mantuvieron invariables, mucho más allá de la misión que se le encomendó y del término del período presidencial.

He citado unas pocas fuentes documentales que avalan opiniones sobre actuaciones de mi padre y, en un caso, un hecho quizás poco conocido que ocurrió hace más de medio siglo. Los anales de la OEA y de la ONU recogen sus discursos e intervenciones sobre las iniciativas que él tomó. En el transcurso de los años y aquí me permito hacer una anotación personal - he tenido la satisfacción de escuchar de antiguos colegas suyos (ya quedan muy pocos) elogiosos recuerdos y conceptos generosos sobre su vida pública. He querido compartir algunos de ellos con quienes tengan a bien leer estas líneas, en honor a la memoria de un cubano de verdad que amó a nuestra patria y trabajó por ella con dignidad y altura.


FIN


Guillermo A. Belt Martínez-Viademonte
McLean, Virginia
Enero de 1999


1. Carta manuscrita del Presidente Estrada Palma al Ldo. Jorge Alfredo Belt, 30 septiembre 1906
2. Thomas, Hugh. Cuba. The Pursuit of Freedom, Harper and Row, New York, 1971, pp. 709-710
3. Carteles, entrevista por Arturo Ramírez, 24 agosto 1948
4. New York Post Magazine, 13 diciembre 1946, p. 56


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