F.R. Gil, Mensaje de Giron

MENSAJE DE GIRON.- «SANGRE». F. R. Gil

Península de Zapata... Territorio de Sangre que la historia pretende olvidar a traves del tiempo con la indiferencia de nuestro pueblo, quedando solamente el fantasma del recuerdo y las manchas de la sangre jaspeada en cada rincón de la escena de aquel 17 de abril.

Sin embargo, ese, el del 61 se distinguió por sus contrastes; por el coraje y la cobardía, por el gozo burlón y el llanto, por la derrota y el triunfo de manera desigual entre los mismos hermanos de diferentes bandos con su visión de odio por uno y de justicia por el otro, que los empujaron a enfrentarse salpicando de sangre la arena virgen hasta entonces.

Conflicto bélico, el primero del continente, sacudido con el fuego y el desembarco, mientras su mar sostenía barcos y barcazas con ansias de heroísmo embriagador, que con la inocencia de su suerte, iban tiñendo con su sangre el suave azul de sus aguas con el rojo tinto de las venas reventadas de esos bravos cuerpos agujereados desde el aire por pilotos cuyos nombres hay algunos que no se podrán olvidar como Del Pino- ascendido a General después de esta acción- que con pase tras pase con su máquina infernal sobre sus víctimas que convirtieron en festín el desayuno de tiburones en esa mañana, al cielo llegaron los gritos desesperados de los sobrevivientes atrapados entre masas de hierros retorcidos que se hundían lentamente.

La sangre siguió manchando esa mañana. Los aviones desde el cielo dejaban caer de sus alas como palomas mensajeras portadoras de esperanza, bajo el lienso y entre cuerdas un nuevo soldado de la patria cubriendo todo el frente prendido en llamas mas como cañaveral.

Sangre también goteó del cielo de estos soldados manchando las palmas que parecían los abrazaban en bienvenida. Muchos de ellos se quedaban suspendidos entre el cielo y la tierra recibiendo la metralla de las milicias llenas de odio y engaño sin respetar la desventaja de los que caían. Sangre también cambió de blanco o rosado el rocío que dormitaba en la vegetación de la campiña cubana en los tres amaneceres de violentos encuentros. Manchas y charcos del vino de la vida del bravo y del engañado, del libre y del soviético. Sangre… más sangre…sangre en coágulos y borbotones de los que dejaban su vida en esa tierra que todo lo absorbía.

Sangre mancharon las largas carreteras de «Playa Girón», del «Central Covadonga», «San Blas», las aceras y gravillas, las cunetas de los pueblecitos de Girón se tornaban de color morado brillando como cuerdas de rayos ardientes de sol, parecían recogernos con piedad al ver el desamparo de tantas almas caídas en esa trampa infernal entre tanques en llamas, aviones estrellados, camiones destrozados, barcos hundidos, cuerpos abandonados entre el humo de artillería. Lucía como parte de una sinfonía macabra dirigida por un maestro experto el «Gallego Fernández» quien disfrutaba con deleite cuando oía del frente de combate el grito de «¡Blanco directo!»

Aire... mar... arena…tierra... hierva... asfalto… calles... paredes...casas… hierro y el arrecife también fueron cubierto del salpicar de sangre humana, sangre cubana de jóvenes y viejos que desesperadamente depositaban su suerte a la patria que inspiró su regreso heroico lleno de esperanza, de luz y alegría pero que el destino torció de manera que su sangre al derramarse en el momento de pisar Girón.

Un dolor de agonía al contemplar al hermano desangrante sin poder curar ni cubrir sus heridas de las que brotaba esa sangre que absorbía ese suelo que continuaría haciéndolo a traves del tiempo con los fusilamientos, címenes, golpeaduras y asesinatos continuos sin control por criminales que parece que sólo han venido a este mundo para destruir y odiar a los que han construido con sacrificios y esperanzas.

En Cuba hay mucho que narrar de destrucción. Pesa todavía más como es que ha sido humedecida por tanta sangre buena que sigue brotando como caudal inimaginario, es una historia en silencio que el tiempo pretende olvidar.

Sangre que esa tierra ha bebido y sigue bebiendo cada vez que un cuerpo nuestro derrama su sangre a traves de las heridas de las victorias que azotan nuestra patria.

FIN

20 DE MAYO, LOS ANGELES 6 DE JUNIO DE 1998

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