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Durante más de un año he guardado hermético silencio en público. Nunca quise asumir la responsabilidad de revelar ningún aspecto de las discrepancias que me han mantenido voluntariamente alejado de la dirección de la lucha contra el comunismo en Cuba.
Pero ya no hay secreto alguno que guardar. La Bahía de Cochinos ha sido la culminación desastrosa de una política cuyas interioridades han saltado a ocupar la primera página de los periódicos. Y creo que ya ha llegado la hora de que cada uno asuma las responsabilidades que le correspondan de acuerdo con la conducta y decisiones de cada cual en los momentos en que la suerte de millares de cubanos y de Cuba se estaba decidiendo en el secreto de reuniones que muchos creían que iban a permanecer siempre en la obscuridad y ocultas a la luz pública.
La gravedad de la situación cubana y la urgencia desesperada de darle solución rápida, al propio tiempo que el peligro de que se adopten soluciones festinadas y falsas, me obliga a hacer pública mi posición, no sólo con el propósito de dar a conocer mis puntos de vista sino con la esperanza de que ellos puedan contribuir a rectificaciones fundamentales, a una orientación correcta de la conducta de los cubanos en esta coyuntura histórica y a evitar la repetición de los métodos que llevarían seguramente a los mismos resultados que ahora todos lamentan y condenan.
En mayo de 1960, después de largas discusiones con los elementos norteamericanos que intervenían en estas cosas, me negué a formar parte del F.R.D. El desacuerdo partió del criterio fundamental mantenido por mí a través de todo este proceso: La ayuda de los Estados Unidos a Cuba en su lucha contra el comunismo no es una obra de generosidad o de caridad que los cubanos tenemos que aceptar con las condiciones unilaterales que los Estados Unidos nos impongan. La necesidad de derrotar al comunismo en Cuba es tan vital para los Estados Unidos como para Cuba.
No hace mucho días que el Presidente Kennedy repetía todavia que el conflicto de Cuba era problema entre cubanos. Sobre esa base falsa era imposible entenderse bien y, de hecho, el entendimiento que se produjo no pudo terminar de peor manera. Es en el penúltimo discurso del Presidente Kennedy cuando, por fin, se ha confesado, por primera vez, que la seguridad de este país está en peligro por la dominación comunista en Cuba.
Pocas veces en la historia se dan circunstancias internacionales en las cuales de una manera tan clara se vea la necesidad de la colaboración de dos pueblos en un solo propósito. La Providencia ha dispuesto las cosas de tal manera que Cuba no puede deshacerse del comunismo sin la ayuda norteamericana, al propio tiempo que los Estados Unidos no pueden derrotar al comunismo en Cuba sin la colaboración de los cubanos que muestren al mundo su deseo, su voluntad y su decisión de pelear contra el comunismo y optar libremente por la democracia.
Pero esta colaboración leal y sincera, tan urgente y necesaria, tiene que ser establecida en el plano de grandeza moral con que los Estados Unidos han colaborado con otros países de Europa y Asia, inclusive con naciónes enemigas derrotadas en el campo de batalla, sin pretender condicionar la ayuda a imposiciones políticas o tratamientos humillantes para la dignidad nacional.
GOBIERNO SIN SECTARISMO
Si los Estados Unidos quieren ayudar a Cuba desinteresadamente no tienen más camino que aceptar como patrón ideológico el que los cubanos se dieron a sí mismos en la Constitución de 1940, y propiciar un gobierno provisional basado en la Constitución, respetuoso de ella y sin sectarismo político, que presida unas elecciones generales libres. Y después, que los cubanos vayan democráticamente a las reformas que quieran.
Pero si los Estados Unidos pretendieran influenciar los acontecimientos cubanos, sería todavía admisible que trataran de exportar a Cuba lo que practican aquí. No podríamos quejarnos, moralmente hablando, de que quisieran para nosotros lo mismo que quieren para ellos. Pero que una de las cosas que pretendan imponernos como condición para ayudarnos contra el comunismo sea que aceptemos para después un régimen socialista, que no quieren para ellos, resulta una agresión inaceptable.
Sobre estas bases falsas las dicusiones fueron estériles y las discrepancias pudieran sintetizarse así:
1) No acepté nunca que Cuba pudiera salvarse del comunismo por la acción de los cubanos solamente, aunque éstos tuvieran toda clase de ayuda en armas, campos de entrenamiento, propaganda. Confundir a Cuba con la Guatemala de 1954 siempre me pareció absurdo, faltando un ejército regular que en un momento determinado se insubordinara como en Guatemala. Los comunistas aprovecharon muy bien la experiencia guatemalteca y lo primero que hicieron fué destruir nuestro ejército. La ayuda, por mucha que fuera, tenía que ser comprometida formalmente por funcionarios del gobierno de los Estados Unidos y no por frases ambiguas de personajes misteriosos con nombres falsos que no tuvieron nunca identificación legítima.
Nunca ningún cubano pudo lograr saber lo que harían los Estados Unidos una vez lanzada una invasión, si ésta carecía de elementos suficientes para vencer. Aceptar la responsibilidad de lanzar a los cubanos sin seguridad sobre la ayuda ulterior, era correr el riesgo que se corrió. Y esta seguridad no la hubieran podido dar nunca las personas del nivel con quienes se trataban estas cosas.
2) Me negué a tratar con personajes de categoría inferior, irresponsabilizados con el uso de nombres falsos, y aconsejé que así lo hicieran también, a algunos de los actuales dirigentes del F.R.D.
3) Me negué a aceptar la ideología del movimiento tal como se plasmó en los primeros momentos y que después se agravó con la entrada de elementos abiertamente filo-comunistas.
Una guerra que comienza por admitir que el adversario tiene la razón, es guerra perdida por falta de moral. Y si el socialismo es bueno y la revolución social era necesaria en Cuba, ¿por qué combatirla? Y si el régimen de la libertad, la propiedad privada, la libre empresa y la democracia es malo, ¿por qué defenderlo?
4) De esta política izquierdista, socializante y fidelista se derivó un desdén por los cubanos amigos sinceros de los Estados Unidos y admiradores de su régimen social y político. Querer para Cuba lo mismo que existe en los Estados Unidos se consideró reaccionario y conservador. Se pretendió presentarlos como aspirando a imponer a Cuba un salto atrás. Y si ser partidario de la democracia, del alto standard de vida popular y del florecimiento económico al estilo americano, donde no hay una sola empresa propiedad del Estado, es ser conservador, habrá que concluir que lo que Cuba necesita es un gobierno conservador.
Todas las discrepancias hubieran podido superarse de haberse establecido desde el principio el trato directo con funcionarios responsables que pudieran adquirir compromisos formales con los cubanos, garantizando toda la ayuda militar necesaria para ganar la guerra; la ayuda para reconstruir económicamente a Cuba y la establilidad garantizada y ordenada de un gobierno provisional imparcial, no revolucionario, que llevara al país al ritmo constitucional y democrático.
UN MEMORANDUM DEL 7 DE OCTUBRE
Como prueba de que estos criterios no son postdesastre, paso a copiar algunos párrafos del Memorándum que a principios de octubre de 1960 le entregué a un funcionario de los que intervenían en estos asuntos de Cuba, con motivo de un intento más, el tercero, para que me sumara al F.R.D., a lo cual me negué, una vez más, y en esta ocasión, por escrito:
LA NO INTERVENCIÓN FAVORECE SOLO A RUSIA
Sin embargo, vista objetivamente, la no-intervención le es útil sólo a Rusia, que puede apoderarse de un país latinoamericano, a un grado tal, que sólo puede ser rescatado de sus garas, por la acción de los Estados Unidos, y como éstos no pueden intervenir, el país estará definitvamente perdído y la situación de Estados Unidos se habrá agravado con la no-intervención.
"El anti-intervencionismo consagrado en Montevideo en la II Conferencia en 1933 fue la culminación de un ciclo histórico que se cerró ese año. Para los latino-americanos la "intervención americana" eran las intervenciones de Haiti y Santo Domingo pará cobrar empréstitos privados, la persecución de Sandino para instalar a los Somozas, etc., etc. Eran los años del florecimiento pleno del capitalismo liberal y del imperialismo financiero extorsionado a los latinoamericanos.
"Contra todo eso se fue gestando un sentimiento anti-intervencionista que Cuba capitaneó victoriosamente en la Conferencia de Montevideo.
"Pero los Estados unidos que se prestaron a aceptar la imposición de Montevideo ya empezaba a ser los Estados Unidos de Roosevelt y se empezaba a operar una de las transformaciones más maravillosas del siglo XX y probablemente de la historia universal.
"Al ser obligados a hacer la guerra abierta, lo mejor sería ir derechamente a deshacer de una vez y para siempre, el viejo prejuicio anti- intervencionista, mostrando cuanto antes y de la manera más clara y contundente, la verdad en toda su grandeza de la intención real de los Estados Unidos al intervenir en Cuba: ayudar a Cuba liberarse del comunismo, ayudar a Cuba a reconstruirse económicamente, ayudar a Cuba a restablecer su vida democrática, civilizada y pacífica".
"Y como todo eso se va a convertir en hechos elocuentes y convincentes por sí mismos, la intervención en Cuba pasará en la mente de los latinoamericanos a desplazar la imagen de la intervención a lo Haiti, Santo Domingo y Nicaragua. Y cuando la intervención deje de ser una cosa mala para ser una cosa buena, el fantasma habrá muerto.
"Es preciso que los cubanos que le reconozcan jerarquía moral a los Estados Unidos para ayudarnos a derrotar al comunismo, se la reconozcan también para ayudarnos a reconstruir la democracia, sin que tengan por qué avergonzarse de defender después en público, lo que ahora se acepta en privado.
"Es indispensable y esencial que los cubanos que se asocien ahora a los Estados Unidos para salvar a Cuba crean de verdad que los Estados Unidos no quieren conquistar a Cuba, ni someteria a su soberanía, ni destruir las raíces culturales e históricas que la consagran como una nacionalidad propia que merece ser independiente y soberana que ellos por instinto de conservación no podrán tolerarnos nunca, y es convertir nuestra isla en un gigantesco porta- aviones para entregarlo como base de operaciones a otra potencia que quiera destruir a los Estados Unidos. Que es solo porque ese es el uso que precisamente ha hecho Castro de nuestra soberanía, por lo que ellos se ven obligados a actuar en Cuba.
"Si del futuro común que se avecina para Cuba y Estados Unidos sale una Cuba libre, ordenada y próspera, los Estados Unidos habrán vencido definitivamente los prejuicios y las reservas de todo un contiente y abierto el corazón, la voluntad y el celebro de 190.000,000 de latino americanos para la colaboración y la amistad.
"Y no son sólo los millones que se suman a esta causa, sino los millones que se restan a la causa de Rusia y del comunismo, porque como han evolucíonado las cosas a causa de la revolución cubana, todo el Continente luce en actitud hostil contra los Estados Unidos y haciéndole el juego a Rusia.
FALTA DE UNA POLÍTICA AFIRMATIVA
"Contra la ideología socialista, anti-imperialista, anti-norteamericana y anti-democrática de la revolución cubana, no se adoptó una política afirmativa de las tesis contrarias que constituyen, precisamente, el gran mensaje de fe en el futuro que los EE.UU. tienen para el mundo entero y que ha dado resultados tan estupendos en Alemania, Italia y Japón, precisamente en las naciónes derrotados en la última guerra y que estuvieron bajo la protección transitoria de los EE. UU.
"Frente a la revolución cubana se adoptó la política errónea de concederle la razón histórica de ser, y se le admitió todo menos que fuera pro-rusa, y ha bastado que elementos revolucionaríos, socialistas y anti-imperialistas (léase anti-EE. UU.) se llamaran anti-comunistas para admitirlos en la direccion y el destino futuro de Cuba.
Estos elementos revolucionarios han estado siempre en la mejor disposición de dejarse ayudar por los EE. UU. para derribar a Castro, pero siempre sin abjurar de sus propósitos revolucionarios, socialistas y anti-norteamericanos".
LA ÚNICA GARANTÍA
La raiz ideológica común es la única garantía cierta de vinculación efectiva y de confianza absoluta hasta donde es posible buscar garantía de la que pueda fiarse racionalmente.
"Pero si en el momento dificil los aliados fáciles no tienen la convicción profunda, sincera y hasta apasionada de que la gran causa que defienden los EE. UU. en Cuba no es una causa pequeña al servicio de intereses inconfesables, sino que es la causa de la libertad del hombre sobre la tierra, de su derecho a adorar a Dios en el altar que le plazca y a vivir la vida en una sociedad asentada en los valores morales del cristianismo, si no creen en todo eso muy sinceramente, fallarán,"
"Se explica claramente que en una concepción a lo Guatemala de la acción americana en Cuba, la técnica de su desarrollo en la práctica tenía que tener y ha tenido algunas características de las cuales se han derivado consecuencias muy negativas.
"Una de esas características ha sido no usar como contacto o estabón con los cubanos a ningún funcionario responsable o conocido del gobierno norteamericano, y de hecho sabemos cómo se ha eludido sistemáticamente tratar sobre un asunto tan gravísimo y de tanta responsabilidad, directamente".
«Los EE. UU. mantienen inflexiblemente una línea de conducta: Actuar como si no existieran cubanos lo suficientemente leales, discretos y honorables con quienes se pueda tratar responsablemente este asunto ya partiendo de esta base, se ha mantenido la técnica de no fiarse integramente de ninguno, para lo cual la primera prueba de desconfianza se exhibe al pretender que los que quieran participar en el esfuerzo anti-comunista, tengan que tratar con el pequeño grupo de funcionarios con nombre cambiado o quedar fuera del esfuerzo común».
«Guatemala ha sido el precedente que más ha influenciado la manera de pensar y decidir ahora sobre Cuba y, si todavía se está seguro de que los acontecimientos van a suceder come se ha estado planeando durante un año, y que ni siquiera atacada la base de Guantánamo los EE.UU. intervendrían, entonces quizá no valga la pena revisar los planes, ni los contactos, ni la integración del futuro gobierno, ni nada, y que sigan las cosas como van».
"Pero si las cosas no van a ser como en Guatemala y la mano de los EE. UU. va a tener que aparecer públicamente y el gobierno provisional va a tener que ser un alíado leal y consecuente de los EE. UU., y lo que suceda con Cuba liberada va a ser estimado por todo el mundo, dentro y fuera de Cuba, como obra americana, entonces sí creemos que debe revisarse la forma de establecer las relaciones ahora con los cubanos responsables que van a dirigir la guerra y el gobierno en la paz.
"Y lo peor de todo sería que, por no decidirse a rectificar los errores pasados y admitir las realidades nuevas que llegan a paso de carga demostrando que va a haber intervención abierta, los EE. UU. se vieran obligados, por falta de tiempo para otra cosa, a afrontar la nueva situación con el equipo de hombres con que están contando ahora. Este grupo, además de los inconvenientes intrínsecos de su ideología socialista y anti-norteamericana, seria muy difícilmente atacable por los EE. UU. en caso de grave discrepancia, pues todos los considerarían como hechurá americana.
"Y si los EE. UU. a los sesenta años de haber peleado por la independencia de Cuba y de haber tenido tanto trato íntimo y amistoso con los cubanos, no tienen fe en que pueden contar con amigos leales y verdaderos en Cuba, algo muy grave estará sucediendo en la confianza en sí mismo de este país, porque si no se consideran capaces de haber creado amigos en Cuba, no los crearán en ninguna parte. Y si los han creado y existen, ¿dónde están que no cuentan con ellos?
"Desele a los amigos una forma honorable de trato y verán cómo en esta gran cruzada contra el comunismo en Cuba no sólo tendrán la gran victoria militar y política sobre los comunistas, sino que verán con enorme placer espiritual, cómo por encima de las barreras naturales de la geografía y de la lengua, la historia ha fundido dos razas, dos culturas y dos pueblos en una sola fe y en un solo propósito; y por Cuba habrá empezado la única conquista perdurable de toda América, que no podrá ser nunca conquista de las armas o del dinero, sino conquista del espíritu y del corazón. Octubre de 1960.
EL ERROR MAS GRAVE
El error más grave de toda la política americana en Cuba en los dos últimos años ha sido el pánico a la intervención, cuando Rusia lo estaba haciendo abiertamente.
Mientras la mayoría del pueblo de Cuba, engañada por Castro y por muchos políticos que traicionaron la democracia apoyando el comunismo, permaneció al lado de la revolución, los EE. UU. hicieron bien en no intervenir. Pero después que el pueblo se ha convencido por sí mismo de la realidad y se encuentra aprisionado e impotente para deshacerse del comunismo, quien lo derrote lo encontrará con los brazos abiertos, a sus libertadores y, hoy por hoy, el pueblo de Cuba no tiene otra esperanza de liberación que los EE. UU.
La historia ha querido que una desgracia sangrienta para los cubanos y humillante para los EE. UU. imponga la decisión de más envergadura en los últimos quince años de la historia de este pueblo: La liquidación de la estrategia apaciguadora que le ha permitido avances increibles al comunismo mediante el chantage soviético de la guerra fría. Porque la intervención americana no sólo derribará estrepitosamente al comunismo en Cuba, sino que será el "turning point" de toda la situación internacional.
Pero no sólo será la América la que se sacudirá la parálisis de miedo que le produce ahora la amezana roja, el mundo entero verá con alivio a Rusia retroceder en la guerra fría. Y ya nadie podrá borrar de la historia el hecho de que ha sido la sangre de los héroes traicionados de la Bahía de Cochinos la más prolífica del siglo XX, porque allí se originó la reacción gloriosa de Occidente Cristiano que, en una cadena de victorias, cuyo primer estabón fue la reconquista de Cuba, no se detuvo hasta incinerar las momias de Lenin y Stalin y consagrar de nuevo al culto divino la Catedral de San Basilio.
LA MEJOR SOLUCIÓN
La mejor solución para Cuba sería un gobierno provisional organizado desde ahora, integrado por cubanos no batistianos ni fidelistas, neutrales, con autoridad moral y capacidad reconocida, que restablezca la Constitución de 1940, derogue todas las leyes que se opongan a ella y remita todas las posibles reformas al gobierno y al congreso elegidos por el pueblo.
Los integrantes de este gobierno no solo deben ser ajenos a los partidos políticos o sectores llamados revolucionarios, sino que en el acto mismo de la toma de posesión deben jurar solemnemente que no aceptarán cargo público alguno, ni por elección ni por designación, durante los cuatro años que sigan a la expiración de sus mandatos provisionales. Esto debe incluir al Presidente, a los Ministros y a los Sub-Secretarios.
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