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No creó Dios nuestro Señor el mundo para los bienes que de él pudieran obtenerse,gracias al ingenio y al trabajo del hombre, sirviesen solo para hacer más grata la vida de unos pocos, mientras innumerables seres humanos estuviesen careciendo de los medios adecuados para satisfacer sus necesidades más elementales. Una más justa distribución de la riqueza ha sido siempre y continúa siendo punto esencial de la doctrina católica.
De aquí que la Iglesia acoja siempre con la más viva simpatía cuantas medidas puedan a contribuir a elevar el nivel de vida de los humildes
Las reformas sociales que, respetando los legítimos derechos de todos los ciudadanos, tiendan a mejorar la situación económica, cultural y social de los humildes, tienen apoyo moral de parte de la Iglesia.
Faltaríamos, sin embargo, a nuestra obligación de decirles a nuestros fieles, y al pueblo de Cuba, toda la verdad, si en balance de los aspectos positivos y negativos del histórico momento que hoy vive nuestra Patria no les dejáramos saber también con no menor claridad, nuestras principales preocupaciónes y temores.
Podríamos señalar algunos puntos en que las medidas de carácter social antes mencionadas no han sido llevadas a cabo con el respeto debido a los derechos de todos los ciudadanos con que fueron inicialmente anunciados, pero creemos será mejor que nos ciñamos a un problema de extraordinaria gravedad que ninguna persona de buena fé puede negar en este momento, y es el creciente avance del comunismo en nuestra Patria.
En los últimos meses el Gobierno de Cuba ha establecido estrechas relaciones comerciales, culturales y diplomáticas con los gobiernos de los principales países comunistas, y en especial con la Unión Soviética. Nada tendríamos que decir desde el punto pastoral acerca de los aspectos estrictamente comercial o económico de estos acercamientos, pero sí nos inquieta profundamente el hecho de que, con motivo de ellos, haya habido periodistas gubernamentales, líderes sindicales y aún algunas altas figuras del gobierno que hayan elogiado repetida y calurosamente los sistemas de vidas imperantes en esas naciónes, y aún hayan sugerido en discursos pronunciados dentro y fuera de Cuba, la existencia de coincidencias y analogías, en fines y en procedimientos, entre las revoluciones sociales de esos países y la Revolución cubana.
Nos preocupa este punto muy hondamente, porque el CATOLICISMO y EL COMUNISMO responden a dos concepciones del hombre y del mundo totalmente opuestas, que jamás serán posible conciliar.
Condenamos, en efecto, el COMUNISMO, en primer lugar, porque es una doctrina esencialmente materialista y atea, y porque los gobiernos que por ellos se guían figuran entre los peores enemigos que ha conocido la Iglesia y la humanidad en toda su historia. Afirmando engañosamente que profesan el más absoluto respeto a todas las religiones,van poco a poco destruyendo, en cada paso, todas las obras sociales, caritativas,educacionales y apostólicas de la Iglesia y desorganizándola por dentro, al enviar a la cárcel con los más variados pretextos, a los obispos y sacerdotes más celosos y activos.
Condenamos también al COMUNISMO por ser un sistema que niega brutalmente los más fundamentales derechos de la persona humana. Porque para alcanzar el control total del Estado sobre los medios de producción establecen en todas partes un régimen dictatorial, en que un pequeño grupo de se impone por medio del terror policial al resto de sus conciudadanos. Porque somete completamente a la economía y a la política, sacrificando muchas veces el bienestar del pueblo a las ambiciones y conveniencias del grupo gobernante. Porque va anulando progresivamente el derecho de propiedad y convirtiendo a la larga a todos los ciudadanos, más que en empleados, en verdaderos esclavos del Estado. Porque le niegan al pueblo el derecho que tienen de conocer y de todos los medios de información y no permiten que les lleguen a los ciudadanos otras opiniones que las que mantiene el grupo gobernante. Porque subordinan indebidamnete la vida familiar al Estado, impulsando a la mujer a dejar el hogar para que realice, fuera de su casa, las más duras tareas, y educando a los hijos en la forma que el Gobierno desea, sin contar a derechas con la voluntad de los padres.
Al condenar la iglesia las doctrinas y procedimientos comunistas, no lo hace, por tanto, en una forma parcial, en nombre de determinados grupos de la sociedad que pudieran verse afectados por el establecimiento de un régimen de esta índole; lo hace en nombre de derechos inalienables de todos los hombres, que, en una forma o en otra, son vulnerados sin escrúpulos por el gobierno comunista.
Recuerden, pues, nuestros hijos, díganlo bien alto a toda Cuba, que la Iglesia nada teme de las mas profundas reformas sociales siempre que se basen en la justicia y en la caridad porque busca el bienestar del pueblo y se alegra de él, porque ama al pueblo y quiere su bien, no puede por menos condenar las doctrinas comunistas. La Iglesia está y estará siempre en favor de los humildes, pero no está ni estará JAMÁS CON EL COMUNISMO.
No se le ocurra, pues a nadie, a pedirle a los católicos, en nombre de una mal entendida unidad ciudAdána, que nos callemos nuestra opinión a estas doctrinas, porque no podríamos acceder a ella sin traicionar nuestros más fundamentales principios. Contra el COMUNISMO materialista y ateo, está la mayoría absoluta del pueblo cubano, que es católico y que sólo por el engaño y la coacción podría ser conducido a un régimen comunista. Que la Santísima Virgen de la Caridad del Cobre no permita que ésto llegue jamás a suceder en Cuba.
Así lo pedimos a Dios Nuestro Señor por la intercesión de nuestra Excelsa Patrona (fdo) Manuel, Cardenal Arteaga, Arzobispo de La Habana; Enrique Arzobispo de Santiago de Cuba; Evelio, Arzobispo Coadjutor y Administrador Apostólico de La Habana, Obispo de Matanzas: Carlos, Obispo de Camaguey; Manuel, Obispo de Pinar del Río: Alfredo, Administrador Apostólico de Cienfuegos; José, Obispo Auxiliar de La Habana; Eduardo, Obispo Auxiliar de La Habana
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