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Lo rigurosamente histórico es que el Autenticismo surgió a la vida pública cubana con espontaneidad asombrosa. Fue una palanca mágica de movilización de masas que forjó, en la década de los 30, el destino histórico contemporáneo de la nación cubana, arteramente entregado hoy, ese destino, a Rusia para reforzar la dictadura de Fidel Castro. Los cubanos que han triunfado, en la emigración, arrancando desde nada, lo deben entre otros factores de variada indole, al aliento y fuerza nacional que dio a Cuba el PRC (A). Al orgullo de ser cubano. Sin embargo, nadie ha podido señalar con corrección el instante de la verdadera génesis del Autenticismo como partido político.
(A propósito e incidentalmente: ¿no fue Ramón Fundora, aquel gladiador in cansable del Autenticismo habanero, la persona que llevó al Presidente Grau en 1933 la idea de la ley del 50%, la de nacionalización del trabajo? ¿No participó igualmente Inocente Moré en ese empeño? Y una vez viabilizado con el Presidente de la República, por medio de González Rubiera, el magno proyecto, ¿no fue Alberto Salas Amaro, sí, repito, el profesor Alberto Salas Amaro, quien financió la primera mostración pública llevada a cabo en La Habana para respaldar la cubanísima ley? He ahí un caso de génesis institucional cubana injustamente desconocida, más aún cuando se usa frecuentemente el nombre de Tony Guiteras, tan valloso en otros aspectos a la revolución de 1933, para robarle con insidia su merecida gloria al Incansable Fundora, fallecido en La Habana hace unos cinco años).
Oficialmente el PRC (A) se constituyó el 8 de Febrero de 1934 en asamblea presidida por Félix Lancis, celebrada en el local del periódico "Alma Mater", que dirigía Julio César Fernández. Asistieron a esta asamblea constitutiva: Aurelio Alvarez de la Vega, Otilia André, Conchita Castanedo de López, Pablo Beola, Pablo Carrera Justiz. Alberto Cruz, Virgilio Pérez, Félix Lancis, Francisco Palomares. Carlos Hevia, Edmundo Castell, Armando Rodda, Lincoln Rodón, Alberto Inocente Alvarez, Gustavo Moreno, Carlos Finlay, Francisco Prieto, Manuel Antonio de Varona, Antonio del Valle, Luis Barrera, Manuel Arán, Mariblanca Sabas Alomá, Enrique Fernández, Enrique Cotubanama Henriquez, Rafael Trejo (padre), Eduardo Sabas Alomá, Ramiro Capablanca, Segundo Curti, Jorge López, Joséfina Pedrosa, Concepción Setién, Carlos Prío Socarrás y Rubén de León.
Alguien propuso llamar a la nueva organización política Partido Grausista; otro: Partido Revolucionario Cubano. Este último nombre fue el seleccionado por la mayoría, pues se pretendíla darle continuidad histórica al partido fundado par Martí en la manigua para conquistar la independencia de Cuba. A propuesta de Paco Palomares se le adicionó el nombre del partido el apelativo de Auténticos. Se le ofreció la presidencia, claro, a Ramón Grau San Martin y éste aceptó el honor que le fue conferido por medio de un telegrama remitido, desde México, a Rubén de León.
Ahora bien, quien considere que así quedó constituido y proyectado al palenque cívico el PRC (A) comete un grave error de apreciación del conjunto de circunstancias históricas que caracterizaron a ese partido político. Algo parecido al escamoteo de la gloria de Fundora. Y es que el Autenticismo siempre fue un gigantesco tumulto cívico que se arremolinaba alrededor de Grau, y que con hechizo jamás igualado llevó a cabo vastas campañas populares que sedimentaron en Cuba la estructura de la nacionalidad de que disfrutó el pueblo hasta la satelización a Rusia en que los destinos inciertos e impredecibles del país empezaron a manipularse desde el extranjero "por tirios y por troyanos" a través de cipayos que reciben órdenes de Washington o de Moscú.
Pero un día un grupo de prestigiosos dirigentes del Autenticisimo, de los que tenían fuerza moral para sugerir pautas dentro del partido, propone organizar adecuadamente el movimiento a los efectos de jerarquizarlo y disciplinarlo. Grau acoge tibiamente la idea y a la hora de llevar a cabo el plan propuesto no lo respalda. En una reunión convocada al efecto, los impacientes disciplinarios insisten en sus ideas, pero quedan atónitos cuando Grau dice:
Miren, el Autenticisimo nació en el caos, se nutrió del caos y vivirá en el caos. Atolondrados, sus compañeros de partido insisten. Creen, de buena fe, que la organización jerárquica es vital para la subsistencia y preponderancia en la arena cívica. Sin jerarquías lo que hay es una banda, no un partido político, creen ellos. No obstante, Grau da el jaque mate dialéctico:
Miren, la verdad es una cosa: el Autenticismo representa con fidelidad absoluta la idiosincrasia del pueblo cubano. Es como un anzuelo. ¡Ustedes enderezan un anzuelo y entonces no sirve!
Y para regodeo de Nicolás Ríos, a quien tanto complacen las cosas de Grau, pruritos de honradez administrativa aparte, saltemos ahora, en el tiempo, hasta los días finales del turno presidencial Auténtico 1944-1948.
Llegaron las elecciones generales del primero de Junio de 1948 y el esfuerzo de Eddy Chibás para ganar la presidencia de la República resultó apoteósico. Su Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo) se había quedado desglosado de todas las candidaturas senatoriales de provincias. Pelayo Cuervo, Fico Fernández Casas y otras figuras marcadamente conservadoras, por no decir contrarrevolucionarias, que habían enarbolado el escandaloso pero vacío lema "verguenza contra dinero", fueron a dar con sus aspiraciones al viejo Partido Liberal, el del gallo y el arado en su emblema.
Chibás recorrió la Isla con una escoba como símbolo de limpieza en la administración pública y con un puñado de fieles seguidores, provenientes del Autenticismo, que no le fallaron. La bulla que hizo fue grande e hizo época. Pero el resultado aún no ha sido analizado, pues el fundador de la Ortodoxia quedó tercero en el orden de la votación popular presidencial; Nuñez Portuondo, a quien injustamente se acusó de machadista, segundo, casi duplicando la votación de Chibás; y el doctor Carlos Prío Socarrás, que enarboló la tesis de la reelección programática, primero, y, como consecuencia, elegido Presidente de la República, confirmándose en las urnas la obra de Grau en el cuatrienio anterior.
Unas semanas después de celebradas esas elecciones, la periodista Herminia del Portal se instala en el despacho del Presidente Grau para hacerle una entrevista. En la conversación surge, desde luego, el tema de las elecciones recién celebradas.
Grau toma la palabra y habla de la suprema soberanía del voto popular, de las escuelas montunas, del plan de obras públicas, del salario integral de subsistencia, de las escuelas politécnicas y cuando intenta abordar el zalamero lema de que las mujeres mandan, la periodista lo precisa a que ofrezca un análisis adecuado, como Presidente de la República, de los últimos comicios, que es a lo que iba ella allí para entrevistarlo.
-Vamos allá. Eso es muy fácil -dice Grau.-En política, a veces, las cosas se conducen como en la competencia de las peleterías en la Habana Vieja. Una vez - le dice Grau a la periodista - había allá por la Habana Vieja tres peleterías en una misma cuadra y la competencia era reñida. Cada uno de los peleteros se afanaba por restar clientes al contrarlo, por lo que un día se le ocurrió a uno de ellos la idea brillante de pintar con grandes letras, debajo del nombre del establecimiento, un letrero qua decía: LA MEJOR DE LA HABANA.
A los pocos días, otro de los peleteros - continuaba narrando Grau a Herminia del Portal - mandó a poner, junto al nombre de su tienda, este otro llamativo letrero: LA MEJOR DE CUBA.
Realmente la situación del tercero parecía desesperada, decía Grau, teniendo en cuenta las circunstancias extremas en que la competencia se llevaba a cabo. Pero a los pocos días los vecinos pudieron admirar en la fachada de su tienda un enorme rótulo que decía: LA MEJOR DE LA CUADRA. ¡Y allá, naturalmente, se fueron todos los clientes!
-Eso... eso es lo que ha pasado con los "ortofónicos", los otros y nosotros - decía Grau. ¡Y es que el Autenticismo es el mejor de la cuadra!
FIN
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