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LA DETENCIÓN DEL PRESIDENTE PRÍO
Por Rene Viera


RELOJ
REVISTA DEL ACONTECER CUBANO
Diario Las Américas. 24 de Abril 1986

El día 28 de noviembre de 1953, un día posterior al asesinato en Cuba del vertical revolucionario Mario Fortuny, el diario "The Miami Herald" publicaba en su primera plana que «el gobierno cubano ha tenido confidencias de que enemigos del presidente Fulgencio Batista se están preparando para una invasión y levantamiento dentro de pocos días». Y agregaba la información fechada en Miami que «El rumor se extiende entre la colonia cubana de Miami, desde hace días».

Seis días después de aparecer la información precedente en el diario miamense, y como para «Justificar» por parte del gobierno de Estados Unidos lo que después se convertiría en el "mito de la ayuda norteamericana a los enemigos de Batista", un alguacil norteño, cumpliendo instrucciones de las autoridades norteamericanas, procedió en Miami a la detención del último presidente constitucional de Cuba, Dr. Carlos Prío Socarrás, quien fue esposado y en esa condición obligado a recorrer las calle de la ciudad, hasta su ingreso en la cárcel municipal, ubicada en la calle Flagler, en el edificio bautizado por el exilio cubano como "Cielito Lindo".

En el libro-denuncia de Aracelio Azcuy, combatiente auténtico fallecido en el destierro de Miami en años recientes, y titulado "Cuba, Campo de Concentración", aparece la siguiente inscripción de la detención y encarcelamiento del Dr. Carlos Prío Socarrás, que siendo presidente de Cuba recibió del gobierno de Estados Unidos, de manos del presidente Harry S. Truman, un pergamino de reconocimiento a su ayuda a la causa de la Democracia y la Libertad en tierras de América. He aquí lo que aparece en "Cuba, Campo de Concentración", del Dr. Aracelio Azcuy:

LA PERSECUCION CONTRA EL PRESIDENTE PRIO

El 4 de diciembre, un alguacil norteamericano detuvo en Miami al doctor Carlos Prió Socarrás. El presidente cubano, que había sido huésped de honor de la Casa Blanca, fue fichado como si se tratara de un vulgar delincuente. Lo fotografiaron y le tomaron las huellas digitales como a cualquier transgresor de la ley migratoria. Le obligaron a prestar una crecida fianza, para poder gozar de libertad.

El fiscal del distrito de Estados Unidos. James L. Guilmartin le había abierto una causa por "asociación ilícita para exportar armas y municiones" acusándolo de violar la Ley Sullivan.

Esta actitud del gobierno de los Estados Unidos, campeones de la democracia, resultaba ante los ojos del pueblo cubano y la opinión continental.

No parecía lógico que basándose en meras sospechas, el buen vecino ayudara a que el gran aparato de propaganda de la dictadura, lanzara sus estridentes gritos hacia todos los horizontes del mundo, tratando de justificar sus crímenes en base de que se preparaba una revolución armada.

Batista, 80 días antes de unas elecciones que habrían de ser libres y democráticas, asaltó el poder mediante un traidor golpe de estado y con un pequeño grupo de confabulados. Y el doctor Carlos Prío Socarrás, presidente electo por la mayoría del pueblo en 1948, era el mismo que el día 8 de marzo de 1952 había concertado con el gobierno de los Estados Unidos el Convenio de Ayuda Mutua para defender las instituciones constitucionales, la libertad, la democracia y los derechos humanos.

No se compadecía la actual actitud de los Estados Unidos hostil con el doctor Prío Socarrás, con la que había adoptado meses antes. Porque ahora, el gobierno norteamericano tal parecía que apoyaba a Batista, un déspota que en Cuba actuaba como, según las noticias americanas, habían actuado los comunistas en Corea, asesinando, torturando y pisoteando los derechos más elementales del hombre. Precisamente, los norteamericanos habían desarrollado una gran campaña condenando las torturas de que habían sido víctimas en Corea - según ellos - el comandante de aviación de los Estados Unidos, Roy H. Bley y otros nueve pilotos.

Y Batista estaba cometiendo idénticos crímenes en Cuba, como en los casos de Mario Fortuny, torturado y asesinado; de Armando J. Hernández, el que le quemaron los pies; del soldado Miranda, el que fue castrado y después fusilado; de Mario Aróstegui, al que le ataron un petardo el cinturón para morir horriblemente mutilado; de José Vega Suárez, torturado y puesto en las paralelas de un tren, y de los setenta prisioneros ultimados después de rendirse en el Cuartel Moncada.

Había una contradicción muy evidente: Prío, presidente constitucional depuesto por una horda de asesinos, estaba siendo enjuiciado en los Estados Unidos; y en Cuba, un régimen vesánico se aprovechaba de esa circunstancia para echar al vuelo las campanas de su propaganda.

Los Estados Unidos fueron precisamente quienes patrocinaron la idea de organizar una convención internacional para la prevención y sanción del delito de genocidio, idea que apoyaron las naciones Unidas y por tanto, Cuba. En ella se declaró solemnemente que para liberar al mundo de un flagelo tan odioso, se necesitaba la cooperación de todos los países democráticos. Según el artículo II de la Convención sobre Genocidio, se entiende por delito de "genocidio" cualquier acto perpetrado con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo de una nación. Y precisamente Batista y sus secuaces estaban desarrollando una campaña de exterminio de todos los elementos de la oposición; es decir, de un extenso grupo nacional.

En la Asamblea General de las naciones Unidas, se había aprobado una moción para condenar los actos de barbarie que cometiera cualquier gobierno. Este acuerdo se adoptó precisamente para reprobar el caso específico de los comunistas chinos y norcoreanos, que habían torturado a matado a 38 mil soldados de las naciones Unidas y civiles de Corea del Sur, según el departamento de información del Ejército estadounidense.




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