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El cataclismo que
  conmueve a la Patria en sus mismos cimientos se produce por la desaparición
  total de los derechos inherentes a la persona humana; por la subversión de
  las instituciones democráticas; por la ruina de la economía nacional que
  engendra el empobrecimiento colectivo; por el sometimiento de la nación a una
  potencia extraña, que, en su afán de dominio, esclaviza pueblos y afrenta a
  la Humanidad. 
Concentrados todos
  los poderes del Estado en las manos del demagogo más insolente que ha
  conocido América, escarnecida la Justicia, abolida la Libertad, entregada
  sangrante la Patria a la voracidad de Rusia y dedicados los gobernantes
  predicar el odio y el exterminio, no queda a los cubanos otro camino que
  responder a la guerra declarada contra nuestro pueblo generoso y valiente con
  la guerra necesaria y justa que ordenó Martí para la reconquista del derecho
  a vivir y a vivir con honra y libertad; para alcanzar de nuevo la
  independencia nacional; para demostrar al mundo el altivo orgullo de ser
  descendientes legítimos de los fundadores de la Patria; para cumplir con el
  indeclinable deber de enfrentarse a los usurpadores de la soberanía; y para nivelar
  de modo cierto las desigualdades sociales En una palabra: para instaurar en
  Cuba, de modo permanente, un régimen de Democracia en que funcionen efectiva
  y armónicamente la Libertad y la Justicia Social. 
No somos
  contrarrevolucionarios. Somos revolucionarios en contra de quien defraudó a
  todo el pueblo que aspiraba y aspira a mejores condiciones de vida y que ha
  sido conducido por el fidelo-comunismo a la más terrible miseria. Fuimos
  revolucionarios que luchamos contra el régimen anterior que aniquilaba el
  país para el provecho de una minoría ávida de oro y de poder; y estamos
  también, con identicas convicciones, contra el actual que, traicionando la
  nación, provoca la ruina más espantosa. 
Destruido el régimen
  de la libre iniciativa y fracasadas todas las improvisaciones oficiales,
  nuestra Patria se enfrenta a la peor crisis de su historia. La riqueza
  nacional ha cedido el paso a la miseria colectiva, porque todos los recursos
  se utilizan en equipos bélicos, material de propaganda e instrumentos represivos
  para sostener el régimen contra la voluntad del pueblo y exportar
  revoluciones a otras tierras de América.
Por esa crisis,
  criminalmente producida en el torpe afán de implantar el comunismo, han
  debido rebajar salarios y aumentar jornadas de labor; producir cesantías y
  disminuir días de trabajo, sustituir empleados y obreros con miembros de las
  Fuerzas Armadas, cerrar fuentes de trabajo e impedir que se planteen
  reivindicaciones obreras. Por esa crisis, que halla su causa única en la
  traición a los postulados de la revolución, el pueblo sufre privaciones
  enormes. 
Fidel Castro
  traicionó a los estudiantes al suprimir la autonomía universitaria y la
  libertad de cátedra, uniformar la cultura y someterlos a una dirigencia que
  impone acuerdos, armada de metralletas. 
Traicionó a los
  obreros al suprimir la libertad sindical, convertir sus organizaciones en
  agencias políticas del gobierno y obligarlos a pertenecer a las odiosas
  milicias. 
Traicionó a los
  campesinos, a los que no ha hecho propietarios de la tierra que trabajan,
  forzándolos a integrarse en las comunas del Estado. Traicionó a los
  propietarios de tierras, haciéndolos víctimas del despojo más inaudito. 
Traicionó la prensa
  de Cuba, al suprimir la libertad de expresión y apropiarse de todos los
  órganos de publicidad. 
Traicionó la escuela
  cubana, convirtiéndola en centro de adoctrinamiento comunista en la que se
  envenena el alma de los niños, inculcándoles el odio, enseñándoles a ser delatores,
  destruyendo sus sentimientos cristianos y deformando las tradiciones cubanas.
  
Traicionó a los
  creyentes, a quienes prometió respeto por los valores espirituales, desatando
  más tarde una impla-cable persecución contra las ideas y prácticas religiosas
  de la inmensa mayoría del país. 
Traicionó a los
  jueces y magistrados al impedirles el ejercicio del sagrado ministerio de
  impartir Justicia 
Traicionó a los
  heroicos combatientes que fueron sus seguidores voluntarios en la aspiración
  de hacer una Patria con todos y para el bien de todos, para entregarla al comunismo.
  
Traicionó a los
  profesionales al presentarlos ahora como adversarios del pueblo, al allanar
  sus colegios para imponer-les el sometimiento absoluto a las directrices del
  gobierno comunista.
Traicionó a las naciones
  que forman la patria común, al renegar del sistema interamericano de derecho.
  
¡Traicionó a Cuba! 
El saldo de esas
  traiciones, de esa angustiosa realidad, ha sido tiranía, miseria, esclavitud.
  
Por eso nos lanzamos
  de nuevo a la lucha. 
Ratificamos nuestra
  decisión irrevocable de asegurar a todos los cubanos el ejercicio pleno de
  sus derechos en un ambiente de armonía y concordia.
Venimos a librar esta
  guerra para que desaparezcan de una vez y para siempre las injusticias, el
  odio entre herma-nos y la desigualdad ante la ley. Para que nunca más
  funcione en nuestra Patria el paredón infame; para que solamente tribunales
  ordinarios de justicia sancionen las acciones antijurídicas. 
A los trabajadores
  todos, pedimos que se incorporen a la lucha que les devolverá la democracia
  sindical y garantizará el mantenimiento de sus reivindicaciones y la
  reconquista del derecho a plantear y a que se resuelvan en justicia sus
  demandas más sentidas, después de tan largo período en que han visto
  postergadas sus legítimas aspiraciones.
Nadie deberá llamarse
  a engaño: ni comunismo ni reacción. Volveremos al imperio de las normas
  constitucionales; pero es bueno que se sepa que no habrá retroceso alguno a
  un pasado que combatimos.
El progreso del país
  está en razón directa del bienestar de los trabajadores y de los campesinos.
  El Consejo Revolucionario afirma que entre sus objetivos inmediatos está
  combatir la injusticia y terminar la miseria. Un alto nivel de empleo con
  altos salarios será meta de la nueva República.
Llamamos a los
  campesinos, asegurándoles que se establecerá un régimen agrario que les
  facilite la adquisición, en plena propiedad, de las parcelas que cultiven. A
  ellos decimos que no se les volverá a pager en vales, prohibidos por la
  Constitución; que se les proveerá de créditos a largo plazo y bajo interés
  para una refacción adecuada; que dispondrán de todos los medios efectivos
  para garantizar un precio mínimo a sus cosechas, propiciando la creación de
  cooperativas basadas en la libre decisión de sus integrantes; que a la
  mentira de los títulos ficticios que les ha entregando el castrismo
  sustituirá la verdad de sus reivindicaciones; la verdad de que sus hijos y
  los hijos de sus hijos podrán disfrutar de los bienes logrados con su trabajo
  fecundo.
A los desposeídos
  injustamente, aseguramos de modo enfático que les serán restituidos sus
  bienes; que no volverá a funcionar la filosofía del despojo y que toda
  expropiación hecha por razón de utilidad pública, interés nacional o beneficio
  social ha de ajustarse a las pragmáticas de la Constitución.
A los miembros del
  Ejército Rebelde, de la Marina nacional y de la Policía, que las huestes de
  la liberación se nutren fundamentalmente de sus compañeros de ayer; que serán
  ratificados en sus posiciones todos los que contribuyan al derrocamiento de
  la tiranía comunista y que serán ascendidos aquellos que lo merezcan por su
  heroísmo en la lucha. Organizaremos unas fuerzas armadas técnicas al servicio
  de la República, a las que podrán pertenecer todos los cubanos con vocación
  militar, de ayer y de hoy, con tal que puedan exhibir una conducta sin
  mancha.
A los milicianos, que
  no se tolerará persecución injusta por el solo hecho de haber pertenecido a
  ese ejército político; y que sus integrantes, no responsables de delitos,
  podrán incorporarse a los trabajos que desempeñaban y al ejercicio de todos
  sus derechos civiles.
A los estudiantes,
  que como los obreros, campesinos y profesionales vienen luchando tan
  heroicamente y con tanta vocación de martirio, decimos que las universidades
  volverán a disfrutar de su plena autonomía y que ellos no tendrán: en el
  futuro que abandonar sus estudios para tomar de nuevo las armas del
  insurgente.
A los cubanos todos,
  que una vez lograda la victoria sobre las fuerzas del mal, se restablecerá
  plenamente la Constitución de 1940, con las excepciones taxativamente fijadas
  en el Programa acordado de Unidad nacional.
Celebraremos
  elecciones generales dentro de un término improrrogable de dieciocho meses,
  después del derrocamiento de la tiranía. Promoveremos una activa política de
  reconstrucción de nuestra economía y de desarrollo industrial, agrícola,
  minero y turístico para lograr empleo pleno y la elevación del nivel de vida
  de nuestra población. Estimularemos las inversiones del capital privado,
  nacional y extranjero y daremos garantías a la libre iniciativa y a la
  propiedad privada en su amplio concepto de la función social.
Aseguramos el más
  absoluto respeto a la independencia del Poder Judicial, a cuyas decisiones habrán
  de someterse gobernantes y gobernados.
El castrismo aspira a
  extender el ámbito de su imperio a todos los pueblos hermanos. Los
  comunistas, cuya metrópoli es Moscú, dirigen sus más esforzados empeños al
  debilitamiento del sistema interamericano que ha sido hasta hoy valladar
  infranqueable a sus desenfrenadas ambiciones de poder en el Continente. Sabemos
  que está condenada al fracaso la política perniciosa de exportar revoluciones
  desde nuestra Patria sometida, porque sólo un ignorante o un megalómano puede
  desconocer que nuestra América ha sido y es hontanar inagotable de verdaderos
  revolucionarios en lucha incesante por el progreso y el bienestar de todos
  nuestros pueblos, dentro del sistema democrático- representativo.
A ellos decimos que
  nuestra guerra es para arrojar las hordas extranjeras de la tierra que vio
  nacer y morir a José Martí. Cuba, nuestra Patria atormentada, es hoy una
  colonia soviética domeñada al modo totalitario de los países de Europa y Asia
  que han caído bajo las garras de este nuevo Imperio de odios y miseria.
La amarga experiencia
  sufrida en carne propia nos permite reclamar con toda vehemencia el apoyo
  moral y material de los pueblos hermanos para expulsar de Cuba a los
  invasores, no sólo como acto de solidaridad hemisférica, sino también en
  prevención de futuros ataques a otras naciones del Continente. Sin ese apoyo
  decidido, frontal y vigoroso, nuestra victoria final, si bien segura e
  inevitable, no eliminaría el peligro de que otros pueblos hermanos padezcan
  los horrores y los crímenes que hoy sufren los cubanos.
Cubanos: la Patria
  está ocupada por un ejército extranjero al que sirven los que traicionaron la
  Revolución. Es mandato de los libertadores arrojar al tirano de nuestro
  suelo. Ellos dijeron que vivir en cadenas era vivir en oprobio y afrenta
  sumidos. Y tuvieron el coraje y la decisión de darnos esta Patria que
  nosotros tenemos que reconquistar.
¡A las armas,
  cubanos, que es preciso vencer para no morir asfixiados en la esclavitud! 
Hay miles de cubanos,
  hermanados en el ideal, que luchan ya en las sierras y en los llanos contra
  los que vendieron a la Patria. ¡Únete a ellos! Es la hora de la decisión y de
  la victoria. 
Invocando el favor de
  Dios, aseguramos que con la victoria vendrán la paz, la solidaridad humana,
  el bienestar general y el respeto absoluto a la dignidad de los cubanos sin
  excepciones. El deber nos llama a la guerra contra los verdugos de nuestros
  hermanos.
Cubanos: ¡A vencer!
  ¡Por la Democracia. Por la Constitución. Por la Justicia Social. Por la
  Libertad!
En Nueva York,
  Estados Unidos de América, a ocho de Abril de mil novecientos sesenta y uno.
CONSEJO REVOLUCIONARIO CUBANO 
  Dr. José Miró Cardona 
  Presidente
 
Dr. Manuel Antonio de
  Varona, Ing. Manuel Ray, Ing. Carlos Hevia, Dr. Antonio Maceo, Dr. Manuel
  Artime, Dr. Justo Carrillo.

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