BIOGRAFÍA DE UNA EMOCIÓN POPULAR
Por Miguel Hernandez-Bauza

Las 12 del mediodía del 10 de septiembre de 1933. Una gran multitud daba fe de su bulliciosa curiosidad revolucionaria en la plaza frente a la terraza norte del Palacio Presidencial de La Habana. Dentro, una nutrida y heterogénea concurrencia colmaba sus pasillos y salones. En el despacho presidencial una mesa, engalanada para la ocasión, servía de altar al misal de la Constitución de 1901, fuego ideológico y doctrinario con que se fraguó la victoriosa Revolución que hacía apenas un mes había derrocado al presidente Gerardo Machado y Morales. A su alrededor estaban, enfundados en sus solemnes vestimentas protocolares, los señores magistrados del Tribunal Supremo de Justicia. De pronto irrumpe en el recinto un hombre alto y delgado que trabajosamente se abre paso entre aquellas muralla humana, seguido por un tropelaje de amigos y murmullos. Casi a un metro de la mesa, se detiene y dirigiéndose al magistrado más anciano, le dice:

Doctor Edelmann, me niego a jurar el cargo ante la Constitución de 1901, que repudio por estar mediatizada por la Enmienda Platt. ¡La Revolución debe nacer libre y soberana! Y como para salvar cualquier reacción desairante que pudiera proseguir a su conducta, seguidamente, agrega:

Invito al Tribunal a que me acompañe a la terraza para que levante acta de lo que vamos a hacer allí. Terminadas estas palabras, nuestro personaje inicia su marcha hacia el balcón. Una vez alcanzada su maciza y pétrea balaustrada, saluda nerviosamente al pueblo y cómo a modo de un reto romántico, a los cañones de los barcos de guerra norteamericanos que, en zafarrancho de combate, fondeaban en aquellos momentos en nuestra bahía, en respaldo a las gestiones del embajador mediador, grita: ¡Amigos! Me he negado a jurar ante la Constitución de 1901, el cargo de Presidente de la República para el que he sido designado por la Junta Revolucionaria, porque contiene un apéndice que coarta la soberanía plena del pueblo de Cuba. En su lugar, juro ante ustedes, ante el pueblo de Cuba. ¡Esta es la Revolución en marcha!

El pueblo, de momento; no entendió la signifación de aquellas palabras, como suele suceder muchas veces en que lo inesperado sustituye a la rutina operativa de los acontecimientos humanos. Pero, segundos después, un ciudadano entendió. Y con un estentóreo grito de ¡Viva la Revolución auténtica!, rompe el trauma inhibitorio en que había caído la multitud. Un pandemónium de emociones explosivas se desata a continuación. Miles de sombreros vuelan al aire en apoyo al singular gesto, mientras estruendosas aclamaciones saludan al nuevo astro que acaba de hacer su aparición en el cosmorevolucionario, político y social de la República.

Así hizo su entrada en el universo de la Historia el Dr. Ramón Grau San Martín, ilustre médico y profesor universitario que hasta esos momentos se había mantenido al margen de toda actividad militante en el campo de la política nacional, aún cuando desde su cátedra se había identificado, desde hacía un tiempo, como un convencido revolucionario y esforzado combatiente contra la dictadura del general Machado.

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