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En estos días, amigos del ex-Presidente Grau conmemoraron en Miami un aniversario más de su muerte. No tengo que recordarle a nadie que yo fui, quizás, el más duro censor del Presidente Grau. Es más, yo me hice en la radio combatiendo a Grau San Martín. Me di a conocer en la radio combatiendo a Grau. Sin embargo después, sin olvidar sus responsabilidades históricas, que esas les tocan a cada cual, incluyéndonos nosotros, el tiempo (especialmente el tiempo en el exilio) me llevó a revisar algunas de las actitudes de Grau, y sobre todo, muchas de nuestras actitudes, las de los opositores de Grau.
Fue Grau San Martín de los pocos cubanos importantes que supo openerse resueltamente a Fidel Castro y tal vez fue de los pocos cubanos importantes que tuvo razón al quedarse en Cuba afrontando todos los riesgos. Ahora, a lo largo del tiempo y la distancia, hay que reconocerle a Grau San Martín, el hombre a quien escogimos como nuestro adversario de tantos años, virtudes que tuvieron pocos de nuestros hombres públicos. Y, precisamente debido a ese reconocimiento que le debe la historia a Gran San Martín, me emocionó esta semana leer en la revista «República» un artículo de Ricardo Linares en que reproduce dos cartas históricas; una que le envió el ex Presidente Grau a mi viejo compañero de la Ortodoxia Beto Saumell y la respuesta, tan honrosa para Beto, que este le hizo pocas horas después de recibirla. Ambas cartas transcriptas por Linares del libro «Biografía de una emoción popular», obra póstuma de Miguel Hernández Bauzá, albacea testamentario del doctor Grau.
Creo que pocos cubanos saben que Grau San Martín murió en la más absoluta miseria. El hombre, a quien acusábamos de malos manejos de los fondos públicos en la famosa Causa 82, no tenía un centavo al morir. Y en Diciembre 2 de 1966, Gran San Martín le envió esta carta a Beto Saumell, quien, como yo, había sido uno de los abogados, que junto a Pelayo Cuervo, había llevado la dirección letrada de la causa 82 contra Grau, y el día 2 de Diciembre del año 1966, repito, el ex Presidente le envió esta carta conmovedora a Beto Saumell.
«Mi querido amigo». «Para remediar en algo mi difícil situación económica actual, he pretendido extraer unos escasos fondos que poseo en una cuenta corriente en la agencia bancaria 4-10-10. Esto me ha sido imposible debido a hallarse embargados en virtud de la Causa que se me sigue por el Diferencial Azucarero, en la que usted se encuentra personado como acusador privado en representación de una entidad que según tengo entendido, ya no existe. Por nuestra vinculación en pasadas luchas revolucionarias en favor de nuestro país, conozco su siempre desinteresada disposición a movilizarse en favor de toda acción que conlleve una solución justa en las controversias en que usted ha intervenido. Es por ello que, teniendo en cuenta estos antecedentes, vengo por este medio a invitarle a separarse de la posición letrada que usted mantiene en el mencionado sumario, a fin de facilitar su más rápido desenlace». «Créame que mucho agradecería cualquier iniciativa suya en este sentido. Mientras tanto, soy suyo affmo, amigo y s.s.» (Fdo) Dr. Ramón Grau San Martín
Es decir, Grau San Martín en el año 1966 le pedía a Beto Saumell que desistiera de seguir como abogado acusador para poder sacar unos escasos fondos que le quedaban en una cuenta bancaria, porque lo cierto es que Grau estaba en la miseria. Y para honrar a Beto Saumell, nuestro viejo compañero de la Ortodoxia, transcribo la hermosísima carta que al día siguiente envió al doctor Grau San Martín, y que sirve para colocarla (la carta) en el justo enjuiciamiento histórico.
He aquí la carta de Beto Saumell. Dr. Grau San Martín, E.S.M. Estimado amigo: «Me estoy refiriendo hoy a su muy apreciable carta de fecha 2 de los corrientes». «No habría nada que yo pudiera hacer con un mayor sentimiento de profunda estimación hacia usted en estos momentos que acceder inmediatamente a su solicitud». «Mi gran devoción por su persona desde los tiempos memorables de la lucha común contra la tiranía de Machado, si bien hubo de quebrantarse algo en el vaivén de las inevitables controversias propias de las luchas políticas, resurge de nuevo al contacto de las realidades presentes y, justo es consignarlo, ante la fuerza de la verdad, que sólo con el transcurso del tiempo es capaz de abrirse paso en la maraña de los acontecimientos, felices y adversos que necesariamente rodean a todo personaje histórico. Y Ud., sin duda, ha entrado muy merecidamente en esta categoría». «Y para mí, en contacto en estos días con algo de su intimidad, la verdad se ha abierto paso dejándome ver cuanto ha habido de TENDENCIOSO Y MALIGNO en el tratamiento de que usted ha sido objeto». «Convencido, ante la evidencia de los hechos de la dura realidad económica que lo agobia a Ud. en el presente, me complace poner mi humildísimo grano de arena en su favor, a fin de disminuir en algo la presión que ejerce sobre Ud. un destino inmerecido.» «Mañana mismo habré presentado mi escrito retirándome de la Causa. Quiero, además aprovechar esta oportunidad para ofrecerme en todo cuanto pueda hacer para encontrar una solución permanente a su situación actual, que por lo demás, en nada le deshonra». «Debo significarle que no aceptaré ningún género de retribución económica por gestión alguna en estos asuntos, por muy exitosas que ellas pudieran ser». «Es en honor de mi vieja devoción hacia usted, así como en honor de su fecunda gestión pasada como Presidente de Cuba, que en esta hora angustiosa me pongo enteramente a sus órdenes con el más hondo sentimiento de estimación y respeto». «Nada más podría decir, salvo que deseo con toda sinceridad que me considere su amigo y su muy devoto servidor». (Fdo) Dr. Alberto Saumell Soto.
Estas dos cartas no requieren mayor comentario. Quedan así, tal como están, al juicio inapelable de la historia.
FIN
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