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El Directorio Estudiantil Universitario, al igual que los demás
sectores de le Oposición, fue oportunamente invitado por el Señor Embajador
de los Estados Unidos, Hon. Sumner Welles, a participar en las conferencias
que se están celebrando tendientes a buscar una solución al actual problema
político cubano y en las cuales actúa como mediador el propio Embajador de
los Estados Unidos.
Este Directorio, desde el primer momento, se dio a la tarea de
estudiar concienzudamente el problema en todos sus aspectos, teniendo en cuenta
por una parte el angustioso instante político que vive nuestro país, y por
otra el deber en que estamos, como cubanos, de velar por la integridad de
nuestra soberanía, rechazando cualquier fórmula que pudiera en algún modo
menoscabarla.
Estudiado debidamente el problema, teniendo en cuenta los
antecedentes históricos en las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos,
considerando el carácter de la mediación que nos ofrece el señor Embajador y
su condición de representante del gobierno americano, hemos acordado declinar
cortésmente la invitación del señor Sumner Welles a tomar parte en las
antedichas conferencias.
Entendemos los estudiantes que la mediación propuesta por el Señor
Embajador de los Estados Unidos supone tácitamente una intervención y está
respaldada por la fuerza coercitiva del gobierno americano, pues sólo en este
caso dicha mediación sería virtualmente eficaz para conseguir el fin que se
propone. Esta mediación, pues, menoscaba el derecho que tiene el pueblo
cubano a determinarse por sí propio y tiende a incular en el pueblo, una vez
más, que nuestras dificultades internas sólo pueden resolverse con la
colaboración del extranjero.
No pretendemos desconocer que la Enmienda Platt, un tratado bilateral
que no obliga más que a una de las partes, la más débil concede al gobierno
americano el derecho a inmiscuirse en nuestros problemas internos; pero no es
menos cierto, que la aceptación de ese tratado fue impuesta al pueblo de Cuba
como condición indispensable para el reconocimiento de su independencia. Que
los Constituyentes de 1901 prefirieran una república hipotecada a no tener
república, no nos impide a nosotros rebelarnos contra esa negación de nuestra
soberanía y contra todo acto que en esa negación se fundamente. Si nuestra
lucha del mañana ha de contar entre sus capitales objetivos la anulación de
ese tratado, sería inmoral por nuestra parte escudarnos ahora en él para
obtener la solución momentánea de un problema inmediato.
Nosotros los estudiantes, conscientes de nuestra función histórica y
de la ineficacia de las soluciones a medias, preferimos seguir luchando
contra la Tiranía de Machado y sacrificando nuestra vida; pero no queremos
una solución apresurada que a la postre desvirtúe el programa que desde el
primer momento nos trazamos y disminuya el ideal que ahora y siempre queremos
mantener en alto.
El movimiento estudiantil no surgió solamente para combatir y
derrocar a Machado, sino para promover una depuración total del sistema,
ajustando la maquinaria política a sus verdaderos fines dentro de una
democracia auténtica. El movimiento estudiantil trata de robustecer todas las
fuerzas positivas de orden moral que actúan en nuestra sociedad, y una de
esas fuerzas positivas quizás la principal es la conciencia de pueblo libre y
soberano que es imprescindible para que un grupo social pueda mantener su
individualidad en el concierto de las naciones, alimentando y realizando un
ideal colectivo, y cumpliendo por tanto eficazmente con su misión entre los
demás pueblos de la Tierra. Si no levantamos y salvamos esa hoy maltrecha
conciencia de la nacionalidad, no tendremos fuerza ni dignidad para darle a
nuestro país independencia económica y política ni tendremos derecho jamás a
sentirnos y llamarnos pueblo libre. Pueblo que no se siente libre es pueblo
que no se considera responsable; y un pueblo irresponsable no es capaz de
desempeñar ningún papel histórico, y está expuesto a caer definitivamente en
la órbita de acción de pueblos más poderosos.
Huelga además para nosotros la conveniencia que se nos plantea de
transigir con la mediación para evitar la intervención armada: ser dominado
por la fuerza no es en ningún modo degradante; pero aceptar la injusticia es
indigno.
Por otra parte, el procedimiento mismo de la mediación, aun
proviniendo de sectores desprovistos de poderes coactivos, no satisface
plenamente las aspiraciones de la Juventud, que no quiere entrar en
conciliábulos más o menos indirectos con un gobierno a quien no puede
concedérsele moralmente beligerancia alguna de discusión. La tal mediación no
es ni más ni menos que la tan decantada fórmula de la cordialidad a que
tantas veces hemos manifestado nuestra repulsa, no solamente por la
desconfianza que lógicamente ha de inspirar cualquier promesa que nos venga
de las esferas gubernamentales, sino porque es improcedente discutir o hacer
acuerdos con los usurpadores.
Los gobernantes actuales están condenados por la Juventud; y si
circunstancias o presiones extrañas propician la sustracción de esos
gobernantes a las sanciones de la Ley y la Justicia, no por eso quedarán
absueltos de su crimen ni tendrán menos la sanción moral de las personas
honorables y dignas. No podemos, pues, entrar a discutir, aunque sea por
trasmano, con nuestros asesinos y verdugos, ni reconocer condición impuesta
por el señor Welles a los sectores mediacionistas un status jurídico que
seguimos considerando ilegítimo, por dimanar de transgresiones de principios
constitucionales hasta ahora tenidos por inviolables.
DIRECTORIO ESTUDIANTIL
UNIVERSITARIO
Por la Facultad de
Derecho: Carlos Prío Socarrás, Manuel A. de Varona Loredo, Augusto Valdés
Miranda, Raúl Ruiz Hernández, José Morell Romero, Justo Carrillo Hernández,
Sarah del Llano Clavijo.
Por la Facultad de
Medicina: José Leyva Gordill, Juan Antonio Rubio Padilla, Fernando López
Fernández, Roberto Lago Pereda, Carlos Guerrero Costales, Clara Luz Durán.
Por la Facultad de
Letras y Ciencias: José Antonio Viego, Inés Segura Bustamante, Silvia Martel
y Bracho.
FIN
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