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Pasados los momentos en que se sobrepuso a la indignación más justa el dolor por la muerte de nuestro compañero Rafael Trejo, parece llegada la oportunidad de decir a todos nuestros propósitos, nuestros ideales, nuestra actitud frente la protesta del pasado día 30 acto puramente estudiantil, que ahogó en sangre la Policía nacional, no fue más que una etapa del movimiento que desde hace más de siete años alienta, manifiesto y latente, en nuestra Universidad. En eso, como en tantos aspectos, responde Cuba a las inquietudes mundiales de la hora. Quien haya estado atento a la evolución social de la post-guerra y de modo especial a la vida de la comunidad hispanoamericana, sabe cómo las masas estudiantiles olvidadas de las viejas, ruidosas e infecundas algaradas han realizado intensa labor de renovación. Convencidos los estudiantes del Continente de que la Universidad ha venido siendo durante siglos lugar propicio a la cristalización de las más monstruosas desigualdades; sabedores de que la función docente ha mirado de modo casi exclusivo a la provisión de títulos académicos, armas las más poderosas para la perpetuación de seculares injusticias; y, penetrados, además, de que la cultura que imparte la actual Universidad es socialmente inútil, cuando no perjudicial (inutilidad y perjuicios de que habló agudamente nuestro Martí) se ha impuesto el estudiante nuevo de América la labor rudísima que ya cuenta, para su gloria, con más de una víctima de transformar plenamente la naturaleza de la docencia oficial. En esa labor estuvieron empeñados los más puros y altos representantes de nuestros anhelos colectivos. En ella estuvieron los compañeros que fueron expulsados de la Universidad no hace cuatro años. A esa obra, arrostrando todas las consecuencias, nos damos ahora por entero.
No se oculta a los estudiantes de la Universidad de la Habana, con cuya representación se honra este Directorio, que la responsabilidad que el momento echa sobre sus hombros es de las más comprometidas. Como ha ocurrido en otros países, debe el estudiante de Cuba realizar obra política de importancia innegable. Si la Universidad es centro de reacción y organismo militarizado, es porque la militarización y la reacción son características del actual gobierno cubano.
Conscientes, pues, del papel que la hora nos señala, nuestra voz se oirá un día y otro día, recabando para nuestro pueblo las libertades que la oligarquía ha suprimido: libertad de pensar (censura previa), libertad de reunión (supresión de gremios y asociaciones nacionales y estudiantiles), libertad de locomoción (detenciones ilegales). Ya que ni egoístas en nuestras peticiones ni aislados del medio en que nos desenvolvemos comprendemos que no puede existir una nueva Universidad mientras no exista un estado de nuevo tipo distinto en lo fundamental del presente, serena, pero enérgicamente, luchará el estudiante de Cuba por la honda transformación social que los tiempos piden e imponen. De hoy en lo adelante realizará obra política que, por merecer tal nombre, estará bien lejos de los bajos chalaneos de nuestra farsa electoral.
Para llevar a cabo la obra que las circunstancias imponen al estudiante cubano precisa sin que se abandone ningún campo de actividad cívica sentar las bases que permitan a la Universidad el cumplimiento de sus verdaderos fines, que la transformen en organismo viviente, en propulsora del progreso común en vehículo de toda honrada y honda apetencia popular. Urge que la Universidad sea entre nosotros voz de la nueva política y no, como hasta ahora, campo y pasto de los viejos politiqueos. Las reformas que en este manifiesto-programa se piden quieren hacer de la Universidad la célula de la nueva acción civil, la entidad receptora y difundidora de las nuevas corrientes, el órgano de cultura útil al pueblo, que en vano hemos pedido una y otra vez.
Para hacer posible la nueva Universidad y, por ella, la nueva ciudadanía, se hace indispensable que los estudiantes entren a colaborar en su advenimiento con su dignidad de hombres plenamente satisfecha. Esta acción que ahora reiniciamos tuvo inicio ocasional en una protesta en que perdió la vida un compañero queridísimo. El recuerdo de Rafael Trejo al cual hemos de mantenernos siempre fieles impone de modo imperativo que junto a reformas de orden permanente y general, situemos las peticiones que nacen de los hechos dolorosos del día 30. No por circunstanciales tiene para este Directorio menor importancia.
Las reividicaciones indispensables para que los estudiantes de la Universidad de la Habana reanuden con los profesores la normalidad académica son las siguientes:
a) Depuración de responsabilidades por los hechos del día 30 del pasado septiembre y castigo adecuado de los culpables.
b) Expulsión del Dr. Octavio Averhoff como catedrático de la Universidad de la Habana, y su renuncia como Secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes.
c) Expulsión del Dr. Ricardo Martínez Prieto, actual Rector Interino de la Universidad de la Habana.
d) Desmilitarización de todos los Centros Docentes de la República.
e) Derecho de federación de las Asociaciones Estudiantiles Universitarias y nacionales.
f) Intervención del estudiante en el gobierno de la Universidad.
g) Rehabilitación plena de los estudiantes expulsados con motivo del movimiento universitario de 1927.
h) Plena autonomía universitaria en lo académico, administrativo y económico.
El Directorio Estudiantil declara que todo pacto que excluyera cualquiera de las bases precedentes impediría la transformación básica de la Universidad
verdadero fin último a que todos tienden, traería nuevos males, la reproducción de hechos de triste significado y sería la traición del nuevo espíritu. Sólo sobre estas bases puede llegar para el estudiante, para la Universidad y para Cuba un tiempo mejor.
EL DIRECTORIO ESTUDIANTIL
Por la Facultad de Derecho: CARLOS PRÍO SOCARRÁS, MANUEL DE VARONA Y LOREDO, Augusto V. Miranda García, Justo Carrillo Hernández, José Sergio Velázquez, Raúl Ruiz Hernández, José Morell Romero, Alberto Espinosa Bravo, Francisco Suárez Lopetegui.
Por la Facultad de Medicina: Rubén León García, José Leyva Gordill, Carlos Guerrero Costales, Fernando López Fernández, JUAN ANTONIO RUBIO PADILLA, Rafael Escalona Almeida, Roberto Lago Pereda.
Por la Facultad de Letras y Ciencias: Ramón Miyar Millán, Carlos M. Fuertes, Ramiro Valdés Daussá, Rafael Sardiñas, Antonio Viego.
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