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LA SOCIEDAD DE AMIGOS DEL PAIS SE DIRIGE A LOS ELEMENTOS QUE REPRESENTAN LA CONCIENCIA NACIONAL


Marzo 17 de 1923

El honroso cargo, que inmerecidamente venimos desempeñando, de Presidente de la Sociedad Económica de Amigos del País y la consideración de ser ésta la más antigua corporación cubana, fundada en 1752 precisamente para encauzar las entonces nacientes energías de la sociedad de Cuba, reunir sus fuerzas vitales y prepararle brillantes destinos, llevan hoy a nuestro ánimo la idea de que un deber inherente a esa investidura tradicional nos obliga a dirigirnos a los elementos que representan la conciencia nacional, inspirándonos en el espíritu de los antepasados, que de una factoría hicieron una patria, y que hoy exigen de nosotros nuevos sacrificios, acaso nuevos heroísmos, para que la patria se perpetúe como nación.

Nuestra patria está atravesando una pavorosa crisis de un gobierno, no es la crisis de un partido, no es la crisis de una clase, es la crisis de todo un pueblo.

Con causas muy complejas, que no importa analizar ahora, pero cuyas principales raíces son harto claras cuanto dolorosas, han ido socavando los cimientos de nuestras instituciones culturales, con grave e inminente riesgo para todas las de la República.

El analfabetismo aumenta en proporción terrible. La Universidad se agita en convulsión de medular dolencia. Los demás centros de educación no responden a las exigencias de la civilización contemporánea. El porvenir de Cuba está, pues, minado por su base, y el mero dinamismo de las leyes sociales que rigen la vida de las naciones bastaría para poder augurar con doliente certeza el aciago derrumbe de las libertades cubanas, si la acción de los elementos extraños que entrechocan sus impulsos en nuestros mares no hiciera aún más peligrosa una indefensión nacional debida a la incultura.

La debilitación de nuestras energías para las ineludibles contiendas que impone la conquista del progreso, va trascendiendo a otros órganos vitales de la Nación; y si el abandono de la cultura nos llevaría fatalmente a la pérdida del futuro libre, no puede silenciarse que ya en el presente ha carcomido instituciones troncales y nos lleva deshechos algunos girones de libertad. Civilización y libertad son ideas que se compenetran, y es inconsciencia creer que la libertad de un pueblo puede asegurarse sin el acrecentamiento de su cultura; como no es menos cierto que no se alcanza un alto nivel de civilización sin heróico amor a la libertad.

En Cuba, más que en otros pueblos, defender la cultura es salvar la libertad.

La ilustración de los cubanos, a quienes nos dirigimos, hace innecesarias otras consideraciones, pues la grave y múltiple dolencia la Patria, no se oculta a sus cerebros ni deja impasibles sus corazones.

Cubanos: ¿dejaremos que la patria degenere y muera, en lenta o repentina agonía, sin un esfuerzo nuestro por salvarla?

La Sociedad Económica de Amigos del País, depositaria del culto a los grandes patricios que nos dieron civilización, cree que en Cuba aún alientan poderosas fuerzas vitales bastantes para que los cubanos podamos demostrar nuestra enérgica resolución de vivir como nación, sabiendo, queriendo y pudiendo conquistar nuestro porvenir por nuestra sola voluntad.

Solo es preciso que los elementos cultos de nuestra nación abandonen la pasividad infecunda del pesimismo y de la desconfianza, y que fuera de toda idea partidista que desviaría los más nobles propósitos, organicen una regeneradora propaganda: avivando una fe, que el pueblo no ha perdido; implorando de las autoridades republicanas la creación de los miles de escuelas que la libertad de nuestros hijos exige; llevando hasta las clases más abandonadas el anhelo de la cultura; reclamando la mayor eficiencia en todos los servicios públicos; robusteciendo en nuestra sociedad, por la fuerza incoercible de la opinión, el imperio del derecho y la efectividad de las sanciones jurídicas; y, en fin, dando a la sociedad cubana y aun al extranjero que nos contempla, la sensación real de que Cuba tiene energías propias para asegurar su propio progreso y de que nuestra nación no quiere ni debe, ni puede morir.

A todos los cubanos que sientan la zozobra de estos tristes días, y en cuyo corazón aliente la fe en el triunfo por el propio esfuerzo, se dirige este llamamiento de quien sin posibles ambiciones personales y en esta presidencia de la centenaria. Sociedad de Amigos del País, acaso se siente movido por el orgullo de creerse intérprete de los hombres del pasado para poder exhortar sincero a los del presente a que no sean, por débiles o descreídos, cuando no por descarriados, ni malos hijos de aquellos que nos dieron civilización y libertad, ni malos padres de los del porvenir, que acaso un día no puedan por culpas nuestras gozar ufanos de la gloriosa herencia.

El porvenir de Cuba está hoy, como estuvo siempre, en poder de sus propios hijos. La fraternidad extranjera ha podido antaño y puede hoy día atenuarnos obstáculos y brindarnos colaboraciones estimables; pero no se salva pueblo que no se salva solo; ni puede nadie dar vida a una nación si ésta, en inconsciencia suicida, no quiere animar todas las energías de su ser.

La «Sociedad Económica de Amigos del País» suplica a todos los cubanos conscientes unos instantes de meditación cuando allá en la santidad de los hogares, junto a la esposa que se ama y a los hijos que mañana serán nuestros jueces, puedan pensar, serenos y lejos de influencias y pasiones insanas, sobre lo que hemos hecho del gran legado nacional de nuestros padres y de si podremos transmitirlo íntegro a nuestros hijos.

Y si el cubano medita acerca del triste futuro que a todos nos espera sin una inmediata acción salvadora, surgirán de su ánimo vigores íntimos e insospechados y habrá, sin duda, de sentir impulsos hacia un movimiento renovador de las energías nacionales, que este llamamiento quisiera inspirar. A nadie se excluye de él, cubanos de todas las profesiones, de todos los partidos y de todas las clases sociales; sólo no se espera nada de los que no tengan fe en Cuba, ni tesón viril en sus ideas y propósitos, ni de aquellos que ante las desgracias de la Patria no sienten el sonrojo de la vergüenza.

 

¡Cuba Libre por los cubanos y para los cubanos!



Raimundo Cabrera

Presidente de la Sociedad Económica de Amigos del País.

Habana, 17 de marzo de 1923.




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