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Octubre 28 de 1911
Conciudadanos:
Un gran movimiento de
conciencia nacional agitó a la sociedad Cubana. Los veteranos lo inician y el
pueblo cubano lo mantiene; la justicia lo preside; lo anima el patriotismo.
Cuando el 20 de mayo
de 1902 la adorada bandera de los cubanos, saludada por todas las naciones,
flameo sobre las fortalezas seculares, tras medio siglo de luchas
desesperadas y gloriosas, los supervivientes de la legion libertadora, al
calor de generosos y puros sentimientos estrecharon sobre su corazón a sus
compatriotas; y unidos los cubanos bajo el lema de «La Republica con todos y
para el bien de todos», comenzaron la vida dignificada, de un pueblo libre.
Rotas las cadenas,
las servidumbres abatidas, el cubano, dueño al fin, de su Patria, alzo la
frente al sol de un nuevo día de justicia, libertad y progreso; se arranco
del corazón las santas iras de la guerra y abrir las puertas de la nueva
sociedad a todas las actividades humanas, sin amargas exclusiones. Al español
que lo combatiera y al compatriota que lo traicionara, ofreció por igual sus fértiles
tierras, sus ricas industrias, su comercio, sus talleres, sus libertades y el
amparo de sus leyes.
El cubano, ante el
enemigo vencido, borró la sombra del opresor, y ante el propio compatriota
que le asesinara en la emboscada cerro los ojos y brindo a todos, por igual,
con piadosa mano, cuanto poseía la tierra que había redimido y las libertades
que había conquistado. Lo único que no podía, sin demencia, ofrecerles, era
la dirección de la nueva Republica. No podían resguardar nuestra libertad los
que la habían combatido; la sociedad cubana no podía erigir en jefes a sus
propios enemigos.
El pueblo cubano
quiso para guía de la nueva nacionalidad el probado patriotismo, y así lo
expreso con voluntad soberana, al elegir sus primeros magistrados. Quiso que
los cargos públicos fuesen como debe ser, para la aptitud, la idoneidad, la
honradez y el merito, no para la delincuencia. ¿Cuándo, en que país, ni con
que pretexto de igualdad, se ha visto premiada la traición contra la Patria?
Si en la igualdad
ante la Ley pudieran, monstruosamente, confundirse el bien y la perversidad,
que la conciencia universal y las leyes han separado, ni tendría castigo el
delito ni estimulo la virtud, y la sociedad desquiciada en su fundamento
moral, sin tradiciones, sin bandera y sin ideales, caería deshonrada ante las
mas groseras fuerzas de la bestialidad humana.
Aquellos malos
cubanos que alzaron sus manos contra Cuba, no ya conforme con el perdón de
sus crímenes, se dedicaron, con diversas intrigas, a reconquistar en la
República un predominio que, de subsistir, haría al pueblo cubano bajar
humillado la frente, encendida por el rubor y la vergüenza. Alejándose casi
siempre de los pueblos que fueron testigos de sus maldades, alistándose
sigilosamente bajo los banderines de los partidos políticos y contaminando
todo cuanto tocaron, han ido escalando aquellos puestos que debieron
reservarse a los cubanos que carecen de manchas en su vida, a extremo tal que
algunas localidades sufren la desdicha de tener como representante de la
autoridad, a guerrilleros viles que en los aciagos días de la guerra gozaban
en arrastrar por las calles, frente a las familias cubanas enloquecidas, los cadáveres
ensangrentados de los mártires de Cuba.
BASTA YA DE
MONSTRUOSA TOLERANCIA.. De hoy mas nuestra pasividad seria imprevisión,
deshonor, y cobardía. La República firme y fuerte después de tantos años de
resignación, debe consagrar algunas energías a separar de la administración
pública a los que traicionaron a la Patria.
La Ley Penal de Cuba,
promulgada en la época revolucionaria, comprendía en el delito de traición,
castigado con la muerte, al espía, al guerrillero, a todo cubano que, bajo
bandera española, combatía contra Cuba, o de un modo directo favorecía al
progreso de las armas enemigas. Y aun el mismo Código Penal español, todavía
vigente en Cuba, define al traidor diciendo, con admirable concisión: «el que
tomare las armas contra la patria bajo bandera enemiga».
Y si la ley Penal aquí
vigente fija el concepto universal del traidor a la Patria, como un crimen
tan horrendo que para el todos los pueblos de la tierra forjan la cadena
perpetua y alzan la horca, ¿cómo vamos a tolerar que los traidores, adueñándose
cautelosamente de la administración de la República puedan volver a
traicionarla y hundir su acero en el corazón de Cuba? Cómo hemos de legar a
la nueva generación con la muerte de nuestros mejores sentimientos, el
ejemplo pavoroso y funesto de entregar ahora en nombre de una igualdad
mentida y de una concordia vergonzosa, el dinero publico, los honores y la
autoridad de Cuba, a aquellos mismos siniestros guerrilleros ¡No!
Lejos esta de
nosotros la idea de que se les aplique hoy el castigo a que se hicieron
merecedores, porque con el ultimo disparo que consagro la victoria, se
proclamo como principio fundamental para el porvenir, el perdón de todos los
agravios para restablecer con la paz moral de los espíritus, el equilibrio
social perturbado; pero ni entonces ni después se reconoció como un dogma
confiar a la traición la obra del patriotismo. ¿Que menos puede pedirse a
nuestro enemigo de ayer, amigo interesado de hoy para medrar a la sombra de
las instituciones republicanas, que la renuncia de todo cargo público, que ni
moral ni legalmente tiene derecho a desempeñar? Puede, si, vivir en Cuba como
ciudadano o como extranjero, al amparo positivo de nuestras leyes
protectoras, que defenderán su vida, su hacienda y su libertad; pero jamas,
sin lastimar la conciencia nacional, pretendera dirigirlos destinos de la
Republica.
Los veteranos de la
Independencia en este conflicto inevitable, no por ellos provocado, sino por
el cinismo con que los reprobos se van apoderando de los puestos oficiales y
del porvenir de la Patria, señalan a los Poderes de la nación las inhabilitaciones
prescritas contra los cubanos de «mala conducta» por la Ley del Servicio
Civil, e invocando la justicia, la previsión y el sentimiento patrio, acuden
al corazón del pueblo cubano, porque sería absurdo y monstruosamente inmoral
calificar de «buena» la conducta de aquellos cubanos que pelearon contra
Cuba, realizando un crimen de lesa patria, castigado con la pena de muerte en
todos los códigos del mundo.
Somos los primeros en
guardar las leyes y el publico sosiego, pero con tenacidad digna de la patriótica
finalidad que perseguimos, lucharemos sin descanso hasta lograr el éxito
completo, que en tan noble empresa habrán de secundarnos las autoridades y
Poderes de la República, el pueblo de Cuba y esa generación joven, la mejor
esperanza de la patria, y a la que los veteranos hemos de entregar, como
precioso legado, el patriótico deber de velar porque no se mixtifique el amor
a la nacionalidad cubana.
Nada pedimos para los
Veteranos, aunque la miseria les hiera muchos hogares; sólo queremos que a
los desleales sustituyan en los cargos públicos los cubanos que amaron a Cuba
y los que no deshonraron su existencia; todos los cubanos, menos los que
combatieron contra Cuba. Queremos, porque Cuba lo necesita mas que ningún
otro pueblo, que aquí siempre se execre la traición y se aprecie el
patriotismo. Para los cargos de la Republica ya no deben confundirse los
traidores con los patriotas. El que igualar pretenda a los demás cubanos al
guerrillero vil tiene la conciencia de un guerrillero.
Qué los traidores aren
en paz la tierra que sembraron de huesos cubanos, pero que jamás usurpen ni
profanen los cargos de la República que tanto odiaron, los espías, los
movilizados, los guerrilleros, los que profanaron el cadáver de Antonio Maceo
y destrozaron la juvenil cabeza de Panchito Gómez, siniestros malvados cuya aparición
en nuestros campos era para la familia cubana, la señal terrible del
incendio, la bestialidad y la matanza, a cuyo furor brutal rodaban las
ancianas cabezas y eran ahogados los sollozos de las madres y los gritos de
la inmaculada inocencia.
Habana, 28 de octubre de 1911.
Por el Consejo nacional de Veteranos:
General Emilio Núñez Rodríguez, Presidente
General Silverio
Sánchez Figueras, General Enrique Loynaz del Castillo, Coronel Cosme de la
Torriente, General Juan E. Ducassi, General Manuel Alfonso Seijas, General
José Miro Argenter, General Agustín Cebreco, General Carlos García Vélez,
General Pedro Díaz Molina, General Hugo Roberts, General Francisco Carrillo
Morales, General José Fernández de Castro, General Francisco de P. Valiente,
General Carlos González Clavel, General Demetrio Castillo Duany, Coronel
Manuel Maria Coronado, Coronel Agustín Cruz González, Coronel Aurelio Hevia,
Teniente Coronel Casimiro Naya y Serrano, Coronel Manuel Lazo, Vicepresidentes.
Comandante Manuel
Secades Japon, Secretario de Actas ,Coronel José Gálvez, Coronel Dr. Eulogio
Sardiñas, subteniente Dr. Edmundo Estrada, Comandante Dr. Miguel A. Varona,
Comandante Miguel Coyula, Vicesecretarios.
Teniente Luis Suárez
Vera, Secretario de correspondencia.
Coronel José Camejo,
Comandante Armando Prats, Coronel Enrique Molina, Teniente Emilio Ayala,
Comandante Miguel Ángel Ruiz, Vice-secretarios.
Coronel Manuel
Aranda, Tesorero.
Capitán Armando
Cartaya, Teniente Coronel Justo Carrillo, Coronel Lucas Álvarez Cerice,
Coronel Fernando Figueredo, Coronel José N. Jane, vice-tesoreros.
También sumaban su
firma al histórico documento más de un centenar de oficiales que iban desde
Generales hasta Tenientes.
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