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LA LECCION DE GIRON

Por Alfredo M. Cepero

Director de www.lanuevanacion.com

Este 17 de abril se conmemora el 50 aniversario de la traición de Playa Girón y de la consolidación de la tiranía de los diablos de Birán. Aquel acto de cobardía de John Kennedy condenó al pueblo cubano a medio siglo de opresión, miseria y muerte, enlutó hogares en los cinco continentes donde el Atila de Cuba actuó como “condotiero” del Imperio Soviético y mostró a los Estados Unidos como un tigre de papel que fue retado por todos los rufianes del mundo, con el saldo macabro de decenas de miles de jóvenes americanos muertos en las selvas del sudeste de Asia.

Nada de esto resta, sin embargo, méritos y admiración al puñado de patriotas que integraron la que fue denominada Brigada 2506. Estos hombres eran lo mas idealista, lo mas puro y lo mas generoso de la sociedad cubana de aquel momento. Porque no puede haber acto de mayor generosidad que el de ofrendar la vida por la libertad de la patria.

Su composición era un verdadero arco iris político, racial, económico y social del pueblo cubano. Había blancos y negros, jóvenes y viejos, revolucionarios traicionados y miembros del gobierno derrocado. Eran estudiantes, obreros, empresarios y profesionales. Muchos habían sido la víspera hijos de familias ricas con acceso a clubes exclusivos, mientras otros habían trabajado en oficios urbanos o labrado la tierra que era en aquellos años la base de nuestra economía. Su denominador común era el amor a Cuba y su meta liberarla de la tiranía comunista.

Aquella hermosa pléyade de valientes nada tenía que envidiarle a los 300 espartanos que al mando de Leonidas se enfrentaron a 300,000 persas en la batalla de las Termopilas en el 480 AC. Sabían que iban a combatir en total desventaja numérica pero contaban con la fuerza de sus ideales, la justicia de su causa y las promesas de apoyo de sus aliados poderosos. Mi testimonio de admiración quedó plasmado en el Romance Doloroso que escribí en las montañas de Guatemala el 20 de abril de 1961, donde había quedado rezagado como parte del Batallón Siete de la Brigada a causa del desastre logístico que contribuyó al desastre militar de Girón.

Este 50 aniversario debe, por otra parte, servirnos de lección a todos los cubanos que seguimos comprometidos con la obra de restaurar la libertad y la democracia a nuestra patria. El fracaso de la invasión de Girón comenzó muchos antes del 17 de abril de 1961 y tiene antecedentes en la historia de nuestras relaciones con los Estados Unidos en el curso de las luchas por la independencia. Me referiré a un solo capítulo entre los muchos en que fuimos víctimas por aquella época.

Cuando en mayo de 1898, el Presidente Norteamericano, William McKinley, decide iniciar operaciones en la Guerra Hispano-Cubano-Americana encomienda al Teniente Andrew Rowan que haga contacto con el General Calixto García, Jefe del Departamento Militar de Oriente para coordinar el desembarco de las tropas estadounidenses.

Con ello, violó todo protocolo diplomático, desconoció nuestra soberanía, ignoró al Gobierno en Armas presidido por Bartolomé Masó y confirmó la opinión expresada por funcionarios de su administración en el sentido de que “el gobierno cubano no constituye un gobierno real, efectivo y permanente”. Los cubanos aceptamos aquel agravio sin grandes protestas y nos hicimos acreedores a la humillación del Tratado de Versalles donde nuestro destino nacional fue decidido entre norteamericanos y españoles sin presencia alguna de funcionarios cubanos.

El 17 de abril de 1961 se repitió la historia. Los funcionarios norteamericanos encargados de la planificación militar negaron toda participación en la formulación de los planes tanto al Jefe Civil de la brigada, Dr. Manuel Artime, como a militares cubanos de la experiencia de Martín Elena, José San Román, Roberto San Román, Erneido Oliva, Hugo Sueiro y otros con las mismas calificaciones. La mitad de los brigadistas fueron enviados a la batalla con unas pocas semanas de entrenamiento, armamentos antiguos, municiones limitadas y se les transportó en embarcaciones totalmente obsoletas.

Al mismo tiempo, sus heroicos pilotos fueron condenados al suicidio cuando los B-26 que tripulaban fueron desprovistos de su artillería de cola y la zona de desembarco fue cambiada de lugares cercanos a centros de población a un paraje cenagoso donde solo sobreviven mosquitos y cocodrilos. Y, para colmo, se les mintió cuando se les prometió control absoluto de los cielos por la aviación norteamericana. Todo ello, para que el inefable Presidente Kennedy pudiera negar cualquier participación de Washington en la invasión.

En sus relaciones con nuestros representantes civiles los burócratas y políticos de Washington fueron igualmente ofensivos y arrogantes. Hombres de la integridad y el honor de José Miró Cardona, Manuel Antonio de Varona, Antonio Maceo y otros sufrieron la indignidad de ser literalmente secuestrados en las horas previas y posteriores a la invasión de Girón. Era necesario mantenerlos incomunicados para impedir cualquier protesta pública contra la carnicería a que eran sometidos nuestros valientes brigadistas. Aquella ciénaga se convirtió no solo en la tumba de muchos de ellos sino en la tumba de la libertad de Cuba.

Napoleón lo dijo bien claro: “Si vas a tomar Viena, toma Viena”. No andes con titubeos. Pero Kennedy demostró que no era Napoleón. Ni siquiera Eisenhower. Desde su toma de posesión el 20 de enero de 1961 Kennedy y su banda de intelectuales de universidades de izquierda se mostraron incómodos con los campamentos de Guatemala. No sabían como soltar la papa caliente que les dejaba el viejo Eisenhower. Al final carecieron de los pantalones para hacer una verdadera guerra y no tuvieron la decencia de abortar la operación sin que se produjeran víctimas inocentes. Y por eso han recibido la condena de la historia, el desprecio de los cubanos amantes de la libertad y los elogios de los tiranos que oprimen al pueblo de Cuba.

La lección es diáfana para todo el que tenga la capacidad y la vergüenza de asimilarla. Nunca más depositemos el sagrado tesoro de nuestra soberanía nacional ni deleguemos la carga de nuestra responsabilidad ciudadana en manos extranjeras. No importa cuan poderosos sean o cuantas promesas nos hagan. Trabajar con todos pero sin confiar absolutamente en nadie. Y, sobre todo, demandar respeto a nuestra larga lucha por la libertad y a la sangre sagrada de nuestros mártires. Parafraseando las palabras de Abraham Lincoln sobre la democracia, tenemos el deber de construir una Cuba de los cubanos, por los cubanos y para los cubanos.

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